VIII.

Corría el año 1936. Al gobierno le convenía mantener a Fausto recluido, fundamentalmente para controlar las protestas sociales, y él se sentía cómodo en la prisión, donde fundó una biblioteca y planificó un sistema penitenciario que actualmente genera envidia en toda América Latina. Los episodios y circunstancias de la Guerra Civil Española fueron seguidos con una nostalgia anticipatoria, presintiendo la miseria del alma europea, que acabaría por imponer el predominio de los totalitarismos terorristas. Comenzó a admirar la obra de Gramsci y Mariátegui, su alimento intelectual era irreprochable, y en relación con el espiritual, en su cuarto había instalado un equipo de radio y reproducía las grabaciones sublimes de Awatiris, Kullawada y Pujllay. Enseguida Fausto se ganó el favor y la admiración de los presos, entabló relaciones amistosas con todos y se interiorizó de sus casos, llegando a ejercer su oficio desde la cárcel, y logrando la libertad de compañeros queridos. Lo que aún no lo convencía era arrojarse a la arena política. Los gobiernos de la región olían a podredumbre y sojuzgamiento a los ricos de Europa y de los Estados Unidos. La única revolución posible era la revolución de las armas: tomar el pueblo su control y poder.

Siete largos años duró el juicio, hasta que en 1943 la Corte Superior del Distrito de Potosí dictó el Auto de Vista declarando «inocente» a Fausto Reinaga. Ya estaba avanzada la Segunda Guerra Mundial, y en Bolivia se desarrollaban controversias sobre quién sería el triunfador, en las que Fausto participó activamente, llegando a publicar un breve artículo en el periódico Waka Tokoris, donde en el final, vaticinaba el grado de desarrollo de la revolución rusa.

«Van a acabar en el ridículo si circunscriben la técnica y la vida del hombre a sus aspectos más formales y básicos, tienden a configurar burocracias que serán compradas por el dinero norteamericano. El régimen será importante, tendrá su importancia e influencia en el devenir del siglo, pero no es consistente todavía. El comunismo perfecto es el comunismo aymará.»

En el plano geoestratégico, sostenía:

«El führer Hitler está decayendo. Exterminar judíos no le sirvió de mucho. En verdad, algo de «elegido» tiene el pueblo de Israel. En muchas cosas se parecen a nosotros: su calma, su labia babeante y exudante de sentido común, una vocación por el heroísmo y el respeto de las tradiciones. Lo que más sorprende es que siguen siendo dueños de los principales medios de producción, y estoy seguro de que, concluida la guerra, se las van a ingeniar para fundar un estado en la mítica tierra de Canaán». (…) Estados Unidos ha comenzado a intervenir de manera cobarde y precipitada. Seguramente se llevará las palmas y se constituirá en potencia codominante, siendo nefasta la propagación de sus valores y cultura hacia el resto del mundo. Se intentará en vano desterrar al comunismo de la nación pero las masas obreras estadounidenses resistirán y en el siglo XXI tomarán el Poder. (…) Pensar hoy el rol de Francia o el de Italia en el concierto de las naciones es estúpido: son paradigmas de la cultura universal que se estancarán en la cuestión turística, paraísos perdidos que sólo ofrecerán fanfarronería.»

A los pocos meses de recobrar su libertad, Fausto Reinaga fue proclamado Diputado Nacional para la Constituyente de 1944. Desde su lugar impulsó la reforma agraria, dentro de un proceso de revolución nacional que debía ser concreto y breve. Ante un acto de justicia semejante toda pose demagógica, todas las patrañas inmundas del mundo gamonal se reducían a astillas. Fausto había leído a Mariátegui, cuya visión de la realidad de los indígenas en América Latina era clara, y era conciente de que la ley no serviría para nada: la revolución sólo podía darse en forma violenta, o al menos en esos términos se planteaban las cosas desde el gamonalismo.

«La ley no puede prevalecer contra los gamonales. El funcionario que se obstinase en imponerla, sería abandonado y sacrificado por el poder central, cerca del cual son siempre omnipotentes las influencias del gamonalismo, que actúan directamente o a través del parlamento, por una y otra vía con la misma eficacia»:

Más allá de la pétrea oposición que afrontaba, Fausto elaboró un proyecto que, en espíritu y en letra, era una auténtica bomba atómica contra el régimen gamonal boliviano y su casta latifundista, heredera del coloniaje hispánico.

La historia de Bolivia es un nudo indescifrable. Los sectores más reaccionarios acaban siendo los que liberan al pueblo de la opresión de una vida miserable: o trabajan para aniquilarlos o directamente los esclavizan. En esto no hay vuelta de tuerca. Es indudable que la única vía en este país es la lucha armada, mucho más que en cualquier otra democracia de la región. El paisaje favorece las condiciones para la instalación de lunáticos y utopistas. Las mujeres son de temer cuando manejan un arma, especialmente a las jóvenes no les suele temblar el pulso a la hora de machetear o ametrallar a los enemigos del pueblo. Hoy sucede exactamente lo mismo que hace un siglo atrás. ¿Y qué hay más enemigo que un militar extranjero o un soldado boliviano traidor? Se forman gobiernos sui-generis, compuestos por militares o políticos carnavalescos que logran desunir a la población. Por ejemplo, los mineros se disputan con los cocaleros esferas de poder, sucediendo lo mismo entre vendedores ambulantes y vigilantes, aunque sus botines son más menesterosos (el dinero de algún turista distraído, los pocos despojos de los indígenas ebrios y los recolectores de basura). Estos grupos pueden unirse, definir objetivos en común, instruir a los analfabetos, e iniciar la revolución, sembrarla entre el campesinado noble.

A Fausto lo inquietaban los intereses vitales de la República. ¿De qué se trataba llevar adelante un proceso de nación? Aquí había que podar de raíz un sistema capitalista que exprimía el sudor, y muchísima sangre, de las grandes mayorías, de los pueblos originarios del Altiplano, e implantar un verdadero comunismo, americano y colorido, que los europeos sólo podían contemplar como surrealista. Sí, Bolivia puede salir adelante si se enseñan los principios del comunismo a su gente, pero no los tradicionales marxistas, sino los de la más pura cepa aymará-quechua.

Las malas exégesis son lapidarias para la esperanza de los pueblos. La pobreza no se puede extirpar mágicamente: reside en el alma de la mayoría de los hombres y desde allí se despliega al infinito. La pobreza material, en la mayoría de los casos, produce pobreza espiritual. Alguien que vive rodeado de suciedad y excrecencias no elaborará pensamientos elevados, salvo que sea un místico o un genio, casos raros en la raza humana.

Fausto tuvo oportunidad de leer la obra homónima de Goethe y le pareció una auténtica epopeya burguesa, rígida y amariconada. El no quería vincularse con novelistas o poetas, nada que oliera a literario lo atraía: arte para engañar las mentes relajadas. La vida era una guerra, y en ello Fausto era un darwinista nato, absolutamente convencido de sus razones. Desde allí partía para escribir verdades como la siguiente:

Los prefectos de Beni, Pando, Tarija y Santa Cruz viven como reyes. Comparten anhelos y gustos internacionales con las familias de los más grandes y pocos privilegiados del mundo. Forman parte de la oligarquía que, en un futuro no muy lejano, se verá obligada a negociar con un presidente indio (¡vaya aberración!), lo boicoteará y saboteará por todos los medios a su alcance, llamará a defender la libertad y los valores de gobiernos y empresarios abocados a robar pueblos y países, a proteger sus bolsas de valores, sus valores monetarios, castillos, cuentas, yates, aerobuses, etc.

Los padres de Fausto cumplieron un importante papel en su carrera. Aún antes de caer preso en Oruro, lo estimulaban y apoyaban sus puntos de vista acerca de la revolución obrera intenacional. En una misa en pleno cementerio general de La Paz, le pidió a su madre que le concediera una victoria electoral arrasadora. Ellos siempre habían cumplido con todos sus deseos, desde pequeño lo criaron muy bien, otorgándole mucha autonomía e independencia en todos los pasos que iba dando en la vida. Por eso, a las cuatro de la mañana, a la hora del alba en que su mente se iluminaba, que es cuando se le ocurren la mayoría de las medidas que adoptaría en su gobierno, va a hablar con ellos, que ya están preparando el desayuno y arriando a sus alpacas. Las gallinas ya habían cacareado y los chanchos se refocilaban sobre el cuerpo en descomposición de un buitre aprisionado por las trampas de don Choque Reinaga, quien dialogaba plácidamente con su mujer.

-Fijate tú, Warawara, al final el Fausto, el que menos quisimos tener, nuestro «gusanito» se está por consagrar como líder del pueblo.

-Y es porque ha estudiado en la universidad.

-No, mujer, eso es un disparate, él aprendió todo lo que sabe caminando de una comunidad a otra, conociendo la pobreza en que estamos sumergidos. Igualmente, nadie lo va a salvar cuando vengan a degollarlo.

-Oh, Choque, no puedes pensar así.

-¿Tú crees que los hombres blancos lo consentirán como lo hemos consentido nosotros?

Ante un rudo silencio él continuó:

-No puedes ser tan ingenua…

-Ni tú tan cruel.

-Estamos de acuerdo. Shh, ahí viene.

-Hola, padres, ¿qué hay de bueno?

-Hoy es un hermoso día –dijo la madre.

-Como ayer y como mañana –añadió el padre.

-Como saben, ustedes son mis guías. Tengo un asunto para compartir con ustedes y necesito su consejo.

-Te escuchamos, hijo –dijo el padre, acomodándose para beber su primera chicha matutina.

-Estoy enamorado de una mujer mucho mayor que yo, ya tuvimos amoríos en el altiplano. Ella es viuda y querendona, la palpé y reconocí de mil maneras, no puedo equivocarme en esto: es la base de la estructura psicológica desde la cual planeo revolucionar la política. El otro día estábamos abrazados frente al cura del pueblo y nos miró rechazando nuestro amor. Ella me dijo «modérate, zonzo», pero yo le eché un gargajo a ese engreído religioso, lameculos del obispo que me quitó el premio del concurso literario.

-No me digas que has conquistado a doña Ayma.

-Sí –dijo Fausto, sonrojándose.

-Ella es parecida a tu madre: fuerte y práctica. Estarás en buenas manos –sentenció don Choque.

-La vida la ha golpeado duramente, es una mujer extraordinaria y merece tener más hijos –comentó Warawara.

-No sé si está interesada en la maternidad a esta altura… -caviló Fausto.

-No importa, será tu apoyo en tu carrera –vaticinó el padre.

Y Ayma resultó una compañera fiel. Fausto tenía razón en dudar: ella estaba más interesada en criar animales que bebés. Cuatro se le habían muerto prematuramente por enfermedades ligadas con la miseria: diarrea vuelca tripas, infecciones crónicas, desnutrición, y sacó a flote a tres vagos que se fueron a alistar a las minas de Potosí. La comunidad de Fausto tenía todas las peculiaridades de una población rural de Bolivia: pobre y aislada. De niño había trabajado con solvencia en tareas agrícolas o domésticas, y hacía sus tareas encima de adobes, alumbrado por un mechero y sentado sobre un cuero de vicuña. Aún en la actualidad su pueblo carece de agua potable y energía eléctrica. Sí tiene una energía cósmica de puta madre. Mientras sus padres se dedicaron a las labores de ordeñe y limpieza, Fausto anotó los factores que iba a priorizar en su gobierno, mencionados largamente en sus discursos y accionar cotidiano: defensa de la dignidad y la soberanía de todas las comunidades indígenas, justicia social –en forma de programas de promoción de la salud y educativos- para las mayorías explotadas, recuperación de los recursos naturales y transformaciones estructurales de los partidos.

El padre, de vez en cuando, se acercaba a su hijo, y le recalcaba ciertas ideas:

-Respeta los mandamientos de nuestra familia: «no seas ladrón, jamás mientas ni muestres flojera, y plántate orgulloso frente a los negociantes y gobernantes extranjeros. Y sobre todo, por el amor de tu madre y de tu futura mujer, no seas servil, y lleva contigo un buen manojo de coca.»

-Con ella hemos curado tus dolores de estómago y resfríos, que han sido fuertes en tu tierna infancia –acotó Warawara, que estaba atenta y alerta, desplegando unas mantas al viento para sacudirles el polvo.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *