VI.

Kilka y Yanawara se espantaron cuando lo vieron arribar agonizante, en los brazos de Valentín.
Dispusieron una cama y llamaron a su padre, que en su vejez se había dedicado a la medicina. Apenas lo vio el padre extrajo de su cartera un botiquín de cuero de vicuña con distintas hierbas, y rápidamente escogió la adecuada para su hijo.

-Esta planta sagrada la usaron nuestros antepasados para recuperar el habla y mantenerse siempre despiertos en la memoria de nuestros hermanos. Tú, Fausto, posees una poderosa voluntad, y pronto tus discursos atronarán en toda la tierra boliviana.

La recuperación de nuestro héroe demandó varios años de aislamiento en la zona de Coroico, donde vivía un brujo que le recomendó su padre. El brujo lo untó con una crema que le devolvió solidez y flexibilidad a su lengua. Aprovechando sus dientes duros y sanos, las primeras palabras que articuló fueron:

-La vida continúa, seguimos sometidos y esto hay que cambiarlo.

En el ambiente selvático Fausto se sentía feliz. La región era rica en frutas y plantas nutritivas. Organizó a los peones y obreros explotados de las fincas y estancias de su zona, viajó a Trinidad en búsqueda de paisajes llenos de sufrimiento y explotación. Quería llegar con su mensaje a todos los rincones de Bolivia. En aquella época tamaña pretensión implicaba superar riesgos mortales. Los caminos eran inseguros y aún existían tribus en estado de rebelión. Se necesitaba a los indios para combatir en el Chaco…

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