Los Deformes – Capítulo 3

-Y dígame, ¿qué tipo de artefactos fabrican aquí?

Gustavo fue a buscar su estimulador eléctrico. La señorita Inés, intrigada por el aparatito que el entrevistado traía adosado a las costillas, conectado con electrodos a sus sienes, esperó su disertación.

«Las corrientes tienen propiedades que alteran toda la vida interior de nuestro cuerpo. Así como el hielo reduce las hinchazones, o el calor se manifiesta conduciendo sabrosas nutrientes a la sangre dañada (y también un viento fuerte puede asistir a un tratamiento sobre un área afectada por un dolor), los electrodos generan sondas benignas para múltiples propósitos. En principio el método fue llamado electrosueño, dado que los chinos lo habían inventado para inducir al sueño. Es ideal para reducir ansiedades. Las personas son transportadas al estado alpha. Mucha gente siente más liviano el cuerpo y puede pensar de manera más clara y creativa. Experimentar una suave corriente eléctrica es fascinante. Una sesión de veinte minutos controla todas las angustias de un día, y los efectos son acumulativos. Un estado de alerta puede interferir en su efecto, si se la aplica para dormir. Algunos pueden experimentar una sensación de euforia, una profunda relajación o verse impulsados a emprender aventuras. También es una buena receta para calmar a los perros. A veces da un poco de vértigo y se sufre una especie de atontamiento por horas, o incluso días. La estimulación eléctrica de la materia gris periacueductal ha ido mostrando que activa los senderos inhibitorios descendientes desde el tallo cerebral hasta el ápice dorsal de la columna de una manera similar a la acción de las endorfinas. Yo le voy a regalar unos electrodos pero no los use en los ojos. Pueden borrajearle la visión. Si está embarazada, espere a que nazca el bebé para estimularse. Si tiene alguna amiguita que sea nerviosa, la electricidad es altamente efectiva para bloquear la percepción de las fobias. Resultados favorables dio para casos de epilepsia, heridas en la columna, artritis, dolores dentales, asma, dolores coronarios isquémicos, desórdenes digestivos, al igual que otros desórdenes, incluyendo casos patológicos de abuso de drogas. Los problemas de cocaína, marihuana, heroína y alcohol son solucionados con una potente dosis. Es una herramienta útil para olvidar amores que lesionan corazones. También hay límites de intolerancia si la corriente se desata con violencia. En caso de padecer náuseas suspenda la aplicación. En la institución apelamos demasiado a ella. Nuestros pacientes relatan que se sienten mejor, menos distraídos y más concentrados en las labores mentales. Generalmente duermen mejor y obtienen una mayor concentración en sus tareas, aumentan sus habilidades para cualquier aprendizaje, refrescan la memoria y ahuyentan la sensación de vacío en la cabeza. No se crea que somos imprudentes. Les recomendamos no manejar autos ni maquinarias complejas en tiempos cercanos a la estimulación. Yo mismo puedo ayudarle e instruirle cómo se los debe colocar».

La señorita Inés permaneció atónita, sin saber qué responderle.

-No se preocupe, no le causará ninguna herida. Si lo prefiere hacer en su casa, no aceptaré reclamos por daños derivados de una mala instalación de los electrodos.

La joven seguía en la misma actitud.

-Contésteme algo

-Sigamos con la entrevista y luego resolveré si acepto sus servicios.

-De acuerdo.

Gustavo suspendió su discurso para meditar un rato contemplando los cables.

-¿Y? -inquirió ella.

-Quería comentarle que estoy buscando alguna técnica para que los electrodos sirvan para despertar las células atrofiadas del crecimiento, pero aún no he tenido éxito. Mariana…A ver…

Gustavo se levantó para espiar a través del amplio ventanal a las chicas que, sentadas en ronda y un poco mojadas porque acababan de salir de su clase de natación, estaban recibiendo instrucciones pictóricas de una enana pelirroja, de rostro hermoso, rasgos delicados y piel tersa, ojos celestes y voz de soprano.

-Levántese

-Puede tutearme, Gustavo.

-Levantate. Es ella. ¿La ves? Desde aquí no se aprecia su hermosura.

Inés lo acompañó hasta el ventanal mientras cambiaba la cinta.

-Espero que rescates algunas frases coherentes.

-No se preocupe, de alguna forma voy a ensamblar todo lo dicho.

-Vos sólo tenés que retratarnos como simples benefactores.

-Sí, y es verdad. La calle los trata muy mal, con demasiada crueldad. Un, dos, tres, grabando…

Gustavo reguló la perilla de su estimulador, las ondas cerebrales fluían hacia los pajaritos que saltaban en las hojas altas de los árboles o en las moscas que rebotaban en el mosquitero, desconcentrándolo. La mañana había traspasado su punto medio. Desde el tinglado que aparecía recortado tras la huerta arribaba un zumbido taladrante. El carpintero estaba probando su nueva adquisición. Gustavo reaccionó al cabo de cinco minutos.

-Mariana es una artista innata. Sus dibujos podrían interesarle al jefe de Arte de tu diario. Después daremos un paseo y te la presentaré. Ella se somete con gentileza a mis experimentos. Ya instalé sensores en todo su cuerpo pero aún no hallé el método para curar su enanismo…

Gustavo se rascó la cabeza, como si estuviese frente a un dilema ajedrecístico. Ella apretó la tecla de pausa y enseguidá la liberó otra vez.

– Y dígame, ¿usted lo retó al mulato Valdemar después de su huída?

-Nadie está obligado a obedecerme. Detesto los regímenes dictatoriales. Valdemar, ablandado por las caricias de su compañera de pieza, decidió a la mañana siguiente comunicarse con Lorena y contarle, si ella estaba dispuesta a escucharlo, cómo vivía en el hogar de paralíticos. Nora escuchó su conversación y me narró algunas partes:

-«Para que el despertar no sea demasiado brusco, apenas abrimos los ojos, nos bañan el cuerpo y las sábanas con los fríos chorros de agua que saltan de la manguera de doña Juana. Tragamos gruesas cabezas de ajo y leemos una página de un cuento de terror, escogido al azar. Evitamos dar besos a esas tempranas horas, y si el día ha amanecido despejado, con un sol resplandeciente y un cielo con maravillosa tonalidad azul, cerramos todas las persianas y nos dirigimos al sótano a pensar cómo se le puede provocar un colapso a algunos de los criminales empresarios que le escamotearon la silla de ruedas a Laurita. Nada de sabotearle el automóvil, secuestrarle algún hijo o atacarlo en un baño para castrarlo. Esa clase de vulgaridades, ciegas embestidas vengativas propias de la miseria humana, no conducen más que a una salvaje y efímera satisfacción personal, que pronto deriva en un mecánico remordimiento cuando los que recurrieron a esa táctica, perciben que un persistente dolor y una aguda tristeza los acompañarán hasta la muerte. El señor Gustavo dice que es preferible destruirlos lentamente, ¿hola?, ¿me escuchás?». Después Lorena vino a la tarde y me reprochó las ideas que le estaba inculcando a su hermano. «-Los tratan peor que a conejillos de Indias» -me recriminó. Pero yo le respondí lo mismo que te estoy contando. Todos somos responsables de nuestras propias acciones. Yo sólo expongo teorías que los paralíticos pueden aceptar o no, y generalmente ellos coinciden con mis opiniones. Organizamos debates en los que todos los miembros de la comunidad participan. Y ellos me han enseñado todo. Aquí pueden desarrollar su inteligencia, pueden escaparse de sus clases e ir a pasear, a cumplir con sus dulces antojos, asustar a los transeúntes exagerando su tétrico aspecto, y a recoger misericordia en las iglesias para robarse cálices plateados. Yo los sigo y me divierto, y junto a Cecilia y Silvia, que son las mejores celadoras, cuidamos que nadie descubra sus tropelías y los defendemos cuando algún miserable intenta aprovecharse de ellos. La mayoría de mis pensamientos ellos ya los formularon antes. Ya ves… que tengo los mismos derechos que ellos.

La señorita Inés iba anotando en su agenda aquellos fragmentos de la entrevista que más le impresionaban. Gustavo le pidió que lo aguardara un instante.

-Voy a buscarte nuestros folletos institucionales. En ellos encontrarás mejores datos para tu nota.

Ella rebobinó para fijarse si estaba grabando bien….»tragamos gruesas cabezas de ajo». Lo dejó andando porque Gustavo se demoraba. Lo detuvo en el momento justo, apenas pronunció él su última palabra. Se paró para ver si las chicas continuaban pintando. Mariana apuntaba con su dedo al cielo y dibujaba círculos en el aire. Florencia se estaba acercando, andando rápida y ágilmente sobre sus muletas. Ingresó sonriente a la sala sin que se le cayera una gota de los termos y vasos de té que portaba sobre una bandeja con su mano izquierda.

-Déjeme ayudarla -le dijo la señorita Inés, precipitándose a arrebatarle la tetera más pesada.

-Gracias -contestó Florencia, con sus labios torcidos y su nariz chamuscada, aplastada como una batata, su piel tirante revestida de tejidos artificiales que no pudieron recomponer un cutis que, antes de su desgracia, no carecía de cierto pulimento y suavidad.

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