La señora y el señor de la renta
El hombre del alquiler golpeó.
Dijo, ¿cómo estás?
Dije, ¿qué puedo hacer por usted?
Dijo, ya sabes, me debes el alquiler.
Dije, escucha, ¡antes de pagar iría al infierno
y me pudriría allí!
El fregadero está roto,
el agua no corre,
y usted no hizo nada
de lo que prometió que iba a hacer.
Las persianas están quebradas,
el piso de la cocina cruje,
hay ratas en el sótano
y el altillo pierde humedad.
El dijo, señora,
no depende de mí.
Yo sólo soy el agente,
¿no lo ve?
Yo dije, naturalmente,
usted sólo pasa la moneda.
Si es dinero lo que quiere
no tiene suerte.
El dijo, señora,
¡eso no me complace!
Dije, a mí tampoco.
¡así que estamos de acuerdo!