Historia de Yousef, el encantador

Yousef Ibn Jatira, hijo de Karim e Izneia, era un típico ejemplo de la belleza marroquí masculina. Sus músculos ágiles estaban muy bien distribuidos en su cuerpo. Desde niño los comenzó a cultivar jugando al fútbol en la playa y correteando con sus amigos por las empinadas calles de la ciudad. Su porte esbelto y facciones gráciles (brillantes ojos negros, nariz rectilínea y labios finamente gruesos) atraían las miradas femeninas desde sus tiernos catorce años. Formaba con sus ocho hermanos una de las familias más pujantes de la Medina, atendiendo su padre un puesto de venta de tajine en la zona turística, y trabajando su madre como lavandera en el Hotel du Paris. Dentro del sistema de clases sociales local estaban bien posicionados, aunque amaban practicar los ritos y costumbres de los más humildes. Mantener a ocho hijos exigía, además, esfuerzos especiales.

Izneia conocía a varios pasajeros europeos que influyeron en su carácter y su persona, occidentalizándola bastante. Por su parte, al advertir Karim que la mayoría de sus clientes eran franceses, españoles o americanos, comenzó a repensar sus tradiciones y posturas, a interesarse por su lengua y sus gustos culinarios. Los padres les transmitieron a sus hijos virtudes como la moderación y la contemporización, y cada uno las desarrolló siguiendo sus propios instintos.

Yousef rechazaba fumar aunque toleraba a quienes lo hacían. Siempre se introducía en las peleas que se armaban en su barrio para asestar golpes y arrepentimientos. Sus frases simples y expresadas con atildada formalidad cautivaban a los contendientes y los obligaban a abrazarse y a festejar un justo y feliz acuerdo.

Las crisis por falta de alimentos o los períodos de guerra eran afrontados por los Ibn Jatira con una fuerza y estoicismo que pasmaban a sus vecinos. Los padres jamás abandonaron sus puestos de trabajo, preocupándose en todo momento por la formación y las actividades y acciones de sus hijos. Todos los hermanos anhelaron combatir en el frente. Las mujeres se ofrecieron como voluntarias para curar heridos y socorrer a los héroes combatientes.

La guerra contribuye bastante a la tristeza del universo, y sin embargo genera optimismo entre los hombres más alegres y valientes.

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