Desarticulación urgente del Lazo de Trump en Ecuador
(Agencia Maldita Realidad)
Los escenarios de Sudamérica, luego de una década sostenida de gobiernos progresistas que lograron reducir índices de pobreza y desocupación –y por consiguiente, revirtieron la histórica desigualdad social y económica a nivel continental-, en poco tiempo se han tornado tétricos. Habiéndose apoderado la derecha oligárquica de dos de los países más importantes de la región como Brasil y Argentina, manteniendo siempre los “feudos” de Chile, Perú, Paraguay y Colombia, penetrando incluso en un partido originalmente de izquierda como el Frente Amplio uruguayo, para imponer sus nefastas políticas “neoliberales” desde allí, encuentra en Venezuela y Bolivia los dos más grandes focos de resistencia, donde sus debilitados gobiernos continúan defendiéndose del golpismo desenfadado de la prensa y de los grupúsculos afines al ideario neoliberal, restaurador del orden social precedente, de algo así como un “nuevo consenso de Washington”.
Por eso los ojos de los sudamericanos, y los centros de poder a escala mundial, se posaron en los resultados de las últimas elecciones en Ecuador, el país más pequeño (sin contar a Guyana y Surinam, que aún subsisten en un estadio pseudocolonial) del continente, donde se juega una disputa muy trascendente en el campo de la confrontación ideológica y de “modelo de país” que se está proyectando en los diferentes gobiernos de la región. Y es que Ecuador se puede considerar tranquilamente un tercer país que está en plena resistencia, defendiendo la Revolución Ciudadana liderada por Rafael Correa, a través de la candidatura de un personaje cándido como Lenin Moreno, quien no logró imponerse en primera vuelta por tan sólo el 0,65% de los votos. Los indicadores de los gobiernos correístas, en materia de reducción de la pobreza, crecimiento industrial, mejoramiento de la calidad de vida de millones de ecuatorianos, son categóricos, irrefutables. Sin embargo, la insistencia y avidez de Estados Unidos por contar con gobiernos afines y manipulables, la reacción de los sectores conservadores (liderados por multimillonarios que nunca dejaron de serlo), afectados siquiera levemente por la redistribución de la riqueza propuesta por Correa (y anteriormente, en Argentina y Brasil, por los Kirchner y Lula respectivamente), los aparatos mediático y judicial, que operan descaradamente a favor de los intereses neoliberales (o plutocráticos, que es lo mismo), pudieron arrebatarle la victoria, y por ese porcentaje mínimo, han accedido al ballotage, en la figura de Guillermo Alberto Santiago Lasso Mendoza. De este modo, se ha creado un escenario bastante parecido al de Argentina, cuando Macri accede al poder venciendo por mínima diferencia en el desempate a Daniel Scioli, representante del justicialismo. Y la similitud de los casos, la mímesis y química que los nuevos gobiernos de derecha tienen entre sí (basta ver los rostros diabólicos –por lo sonrientes- de Macri y Temer en las ya múltiples reuniones que tuvieron), y con el mismo Donald Trump, asusta bastante. Si bien se olvidan del temita de que el brasileño está como presidente gracias a un golpe de Estado pérfido y abyecto, y que tiene menos de 10% de popularidad (la que debe tener realmente Macri si las consultoras o encuestadoras “sinceraran” sus números), se manejan en forma agraviante, irritante, creen que tienen la sartén por el mango y aplican duros golpes, sobre todo a los ciudadanos que se encuentran en situación de precariedad, pero fundamentalmente, instalando slogans y el ideario de la antipolítica, la frivolización y estupidez masivas, desde sus ingentes medios de comunicación. Los números de sus brevísimos gobiernos también son contundentes. En ambos casos se encuentran en crisis recesivas-inflacionarias (algo que ningún teórico ortodoxo de la economía imaginó que se podía alcanzar), por medio de la aplicación de medidas que han logrado transferir recursos y riquezas de los sectores que se habían recuperado con la “ola progresista” a las familias más ricas de sus respectivos países, además de la proliferación de negociados y actos de corrupción que lejos de enojar y encender la cólera de sus votantes, los dejan boquiabiertos y con el alma por el piso.
Por eso, este artículo intenta ser una nota, una advertencia apremiante al pueblo ecuatoriano, para que refuerce la tendencia de la primera vuelta, y se vuelque decididamente por Lenin el próximo abril, cuando se celebre la segunda vuelta. Vendrá, seguramente, más campaña sucia de los artífices de Lasso, más arremetidas y denuncias armadas y orquestadas para perjudicar a Alianza País, ataques espurios a Venezuela o Bolivia, reuniones de apoyo con sus mentores y “espejos” a nivel continental.
No es un detalle menor que en la primera vuelta se haya hecho un referéndum en torno a la prohibición para los funcionarios públicos de tener dinero en paraísos fiscales, y que haya triunfado con holgura la postura correísta. En Ecuador no hay más espacio para lazos, no quieren presidentes como Macri o Temer, son concientes de los logros de la Revolución y del progresismo, no pueden caer en la trampa como los tontos argentinos. Es imperativo que se manifiesten por la resistencia, de otro modo, la desgracia se apoderará aún más del continente.
No se puede soslayar que el nuevo presidente de Estados Unidos, con su prepotencia y cretinismo desaforado, en menos de un mes ha atacado al gobierno de Venezuela (más aún que su antecesor) y se comprometió en la campaña a favor del banquero y supernumerario del Opus Dei Lasso, quien tiene con él muchas afinidades, así como con Macri y Temer. Más allá de los conflictos que tiene Trump en el ámbito local –donde el sistema parece querer ponerle límites-, es imprescindible demostrarle que sus ideas y políticas no han de prosperar en el Ecuador. El neoimperialismo o neocolonialismo debe tener las puertas cerradas. Correa luchó durante más de una década por eso. Su oposición a los paraísos fiscales y al nuevo consenso de Washington demuestran que lo suyo no fue una fantochada o una nimiedad. Sufrió en su propia piel varios intentos de golpe y valientemente los afrontó. Se merece que el pueblo responda con hidalguía, que abra bien los ojos, mire en qué se han convertido Argentina y Brasil, y luego sí, depositen en la urna la continuidad del proyecto de una Patria Grande y soberana. El banquero Lasso, la escoria humana que lo sustenta, la faz reaccionaria y malévola de todos los que apoyan su candidatura, convocan a una fácil decisión. Está en manos del pueblo ecuatoriano cristalizarla en las urnas.