Algún lugar donde nunca fui, alegremente

Algún lugar donde nunca fui, alegremente,

más allá de cualquier experiencia,

son tus ojos y su silencio:

en tu gesto más frágil están las cosas que me envuelven,

o que no puedo tocar porque están demasiado cerca.

Tu menor aspecto fácilmente me abrirá,

aún cuando me haya cerrado a mí mismo, tus dedos

me abren siempre pétalo por pétalo,

como la Primavera abre

(tocando hábil, misteriosamente) su primera rosa.

O si tu deseo es estar cerca, yo

y mi vida nos cerraremos muy hermosamente, de pronto,

como cuando el corazón de esta flor imagina

la nieve descendiendo calmamente por todos lados,

nada de lo que vayamos a percibir en este mundo

se equipara al poder de tu fragilidad intensa,

cuya textura me estimula con el color de sus campos,

tributando muerte y eternidad con cada respiración.

(No sé qué es lo que tienes que se cierra y se abre;

sólo algo en mí entiende que la voz de tus ojos

es más profunda que todas las rosas)

Nadie, ni siquiera la lluvia, tiene esas manos pequeñas.

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