viejos
Veo a los viejos en el hipódromo, encorvados, llevando sus bastones, sus manos temblando. Subo por las escaleras mecánicas con ellos. No hablamos. Soy más viejo que muchos de ellos y me pregunto por qué se les han ido las luces. ¿Todavía esperan ganar el Premio Pulitzer o tomar los pechos de mujeres jóvenes con sus manos? ¿Por qué no acaban con todo y se mueren? Yo estoy listo para irme en cualquier maldito momento, hasta me los llevaré a ellos, a dos o tres de ellos, o media docena, una docena: sus blancas pieles arrugadas y sus dentaduras mal ajustadas, dejaré que se pongan rígidos y despejaré el espacio para un rayo fresco y limpio. ¿Qué tiene de bueno subsistir?, ¿para el último capítulo de la chata?, ¿para la enfermera con mente de televisión, la mitad del peso de su cuerpo en caderas y culo?
¿Por qué honrar a los viejos? Es sólo la obstinación de los genes, un truco para mantener un vacío existiendo. Casi todos vivieron vidas de obediencia y cobardía. ¿Por qué no honrar a los jóvenes? Sus vidas sólo están empezando a pudrirse. ¿Por qué honrar a cualquiera? Pero por favor, no a los viejos. En la siguiente guerra los viejos deberían luchar contra los viejos mientras los jóvenes beben, sueñan y se ríen. Aquellos viejos de mierda, apostando dos dólares para mostrarse en el hipódromo. Es como estar muerto y darse vuelta en la tumba para encontrar una posición más cómoda.