un problema
Nos encontramos para cenar en un lugar cerca de la bahía. Pablo, con su esposa Tina y yo, con mi esposa Sara. Terminamos de cenar. Yo sugerí ir a tomar unos tragos a nuestra casa. Siguieron nuestro BMW en su Mercedes. Con nuestros tragos hablamos de política y religión. Yo miré a Pablo y noté que su cara se había convertido en un rostro de cartón, sus ojos en canicas. Luego ví mi rostro en el espejo arriba del mantel. Tenía la cabeza de un lagarto. Serví más tragos. La conversación viró al trasmundo, el aborto y los rusos. Luego alguien contó un chiste étnico y la noche se terminó. Los acompañamos hasta la puerta. Se subieron a su Mercedes y retrocedieron por el camino. Los saludamos con nuestras manos y ellos nos hicieron luces. Volvimos adentro.
-Me pregunto qué estarán diciendo de nosotros ahora –dije.
-¿Qué vamos a decir nosotros de ellos? –preguntó Sara.
-Nada –contesté.
-¿Lo notaste? –preguntó ella.
-¿Qué?
-A veces tenés la cabeza de un lagarto.
-Lo noté.
-No tenemos amigos –dijo Sara.