un café chico en la calle sexta
Entré alrededor de la 1.30 p.m. Pedí un sandwich de pavo con pan de salvado y un café, abrí el diario y esperé. Dos hombres a mi izquierda estaban hablando.
-Bueno, yo no iba a decir nada, pero ví tu corte de pelo y noté que algo iba mal…
-Sí, yo estaba mirándola a ella en el espejo y pensé ‘¿hey, qué está haciendo?’
-Yo lo noté enseguida… deberías haber dicho algo…
Continuaron hablando sobre el corte de pelo y yo seguí leyendo. El sandwich y el café arribaron con un poco de ensalada y comencé a comer.
-Te tendría que haber cortado más del lado izquierdo…
-Sí, sí, siempre me había hecho buenos cortes…
-Sí, digo, no se ve mal pero tampoco se ve bien, ¿qué te parece?
-Sí, lo sé… No voy a volver…
Luego uno de los hombres pidió un pastel de cerezas.
-Me encanta el pastel de cerezas…
-¡A mí también…!
Terminé mi comida, dejé la propina, me levanté y caminé hasta la caja que estaba al lado de la puerta. Los hombres estaban en sus pasteles de cerezas.
-Yo no iba a decir nada, no es realmente gran cosa, vos sabés… pero creí que lo mejor era decírtelo…
-Oh, sí…
-Va a crecer, vas a estar bien…
-Cuando lo haga, no creo que vuelva…
-No está tan mal, es sólo…
Pagué y salí. Mi auto estaba ahí, me subí y manejé. En Pacific tuve que detenerme por un semáforo en rojo, y el sandwich, la ensalada y el café se apiñaron y revolvieron violentamente en mi estómago. Y cuando el semáforo cambió a la luz verde pensé que yo tampoco debía volver allí.