te conozco
Vos, con pelo largo, las piernas cruzadas altas, sentada al final de la barra. Vos como un cuchillo de carnicero contra mi garganta. Mientras el ruiseñor canta en algún lugar, y el jolgorio se mezcla con el susurro de la cucaracha. Te conozco como al pianista del restaurant que tocaba mal, su boca era un diminuto pozo negro y sus ojos pequeños rollos de papel higiénico húmedos. Ibas detrás de mi bicicleta cuando iba a Venice de chico, sabía que estabas ahí, aún en aquel viento fugaz olía tu respiración. Te conocí en la cama de amor cuando susurrabas mentiras de pasión mientras tus uñas me hacían absorber tus tetas. Te ví adorada por multitudes en España mientras los jóvenes con coletas y espadas coloreaban el sol para tu gloria. Te ví completar el círculo de amiga, enemiga, celebridad y extraña como el zorro corre a través del sol llevando su corazón en la boca. Aquellos locos con quienes pelié en callejones traseros de bares son vos. Vos, sí, escuchaste las últimas palabras de Platón. No hace muchas mañanas encontré a mi vieja gata en el jardín, su lengua seca retorcida como si nunca hubiera existido, los ojos enmarañados, las pestañas aún suaves. La alcé, la luz del día brillando sobre mis dedos y su pelaje, mi existencia ignorante rugiendo contra las vallas y las flores. Te conozco, vos esperás mientras las fuentes manan y las balanzas pesan. Vos, tediosa hija de puta, entrá, la puerta esta abierta.