seguro

La casa de al lado me entristece. El hombre y su esposa se levantan temprano y van a trabajar. Vuelven a la casa a las primeras horas de la tarde. Tienen un hijo y una hija. A las 9 p.m. todas las luces de la casa se apagan. A la mañana siguiente, el hombre y su esposa se levantan temprano nuevamente y van a trabajar. Retornan en las primeras horas de la tarde. A las 9 p.m. todas las luces se apagan. La casa de al lado me entristece. Ellos son buena gente, me gustan, pero siento que se están hundiendo y no puedo salvarlos. Están sobreviviendo, no les falta un hogar. Pero el precio es terrible. A veces durante el día miro la casa y la casa me mira. Y la casa llora, sí, lo hace, puedo sentirlo. La casa está triste por la gente que vive allí, y yo también estoy triste y nos miramos. Los autos pasan hacia una y otra dirección, los botes cruzan la bahía, las palmeras se asoman al cielo y hoy a las 9 p.m. las luces se apagarán, y no sólo en aquella casa, y no sólo en esta ciudad. Vidas seguras escondiéndose, casi detenidas, la respiración de los cuerpos y poco más.

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