¿Qué hacen las cucarachas para sobrevivir? La posverdad en Argentina

por Leila Soto

No vamos a decir que es un término académicamente en boga, pero podemos decir que hoy se instala en la opinión pública la existencia semi legitimada de la “pos verdad”. ¿Qué significa en términos criollos? Nada novedoso: mentiras repetidas hasta el hartazgo, aprovechando una sociedad que consume más entretenimiento basura que educación. Donde la xenofobia y el discurso meritocrático-individualista prenden como incendio en La Pampa, o en todo Chile.

Los académicos les darán la explicación larga: postularán que las sensibilidades modernas, o más bien pos-modernas, habilitan argumentos no racionales ni lógicos sobre distintas cosas, cuestiones de la realidad. Un mundo que viene funcionando desde hace mucho tiempo descalificando las “verdades” construidas en la modernidad (bajo el amparo de la ciencia) y desde mucho tiempo antes (en el campo de la religión). Ha terminado produciendo lo que explicó una portavoz mentirosa pero astuta de Trump: son verdades “alternativas”. ¿En qué se basa su alteridad? ¿Podría ser en subjetividades invisibilizadas? No, frío. Entonces, ¿en verdades reveladas? Tampoco, aunque se parecen. ¿En raciocinio, ciencia o simple consenso en la construcción de sentido común? Definitivamente no. Lo alternativo es aquello que utiliza cualquier dispositivo (simbólico, tecnológico, o práctico, como la violencia) para legitimarse como verdad. Un ejemplo de ello puede ser el famoso “la gente la quiere ver presa”. Puede ser cualquier pelotón de frases estúpidas pero efectivas que los pseudoperiodistas devenidos en panelistas y/o comentaristas de noticias repiten en todos los medios que les permiten. “Tenemos inmigrantes de baja calidad”, “Cuba no es una democracia”, etc. Puede ser el ejército de trolls que desvía discusiones relevantes hacia otras frívolas y estúpidas, como las que promueven los “formadores de opinión” de Clarín y La Nación, o de cualquier otro medio amarillista. De este modo, y muy fácilmente, la corrupción del gobierno de Macri se oculta llenando las cabezas de la gente con la idea de la corrupción K, el saqueo financiero y al Estado que se está realizando en este mismo instante se tapa con “la pesada herencia”. Cualquier disputa o conflicto social se tapa con el “problema de la inseguridad”, o directamente con violencia (institucional o social).

Vivimos en una época anticipada por diferentes sensibilidades e ideologías: lo hizo Orwell en 1984 y no es casual que este año sea un best-seller en Estados Unidos. Lo hicieron los antifascistas del mundo, repitiendo la tragedia de Casandra, sin el poder de persuación sólo pudieron vaticinar el dolor y los crímenes por venir. Escritores distópicos como Philip K. Dick. Más recientemente lo hizo Carl Sagan en una lúcida reflexión de su último libro.

Lo hacen ahora los cráneos que intentan explicar por qué aparece el personaje Trump en el escenario político del Siglo XXI. Lo hizo el pobre Scioli en campaña y no lo escucharon. Hasta lo alertan los discursos más tibios de los ambientalistas y defensores de la Responsabilidad social empresaria.  Aunque todo esto parece la versión de la historia en tono de farsa, no es un chiste. Ni una ironía del destino: es el neoliberalismo que ensaya sus mejores galas para gobernar definitivamente sin democracia. Porque ya viene enterrando la historia, a las ideologías y por qué no, a la moral (al menos la que reconoce y valoriza al hombre como ser social). Entonces la verdad puede ser enterrada, junto a cualquier idea de democracia que atente contra sus intereses. Como un padre autoritario (pero convencido de su liderazgo), si ya no hay ni razón ni excusa para la exclusión, la pobreza, las guerras, entonces estos fenómenos se dan porque lo digo “yo” y punto.

Por ello, ya no necesitamos ver un documental para saber qué hacen las cucarachas para sobrevivir: dominan los medios, controlan el sentido común, resisten con mentiras y con lo que sea necesario. Tengo la convicción de que fueron las cucarachas en los oídos de las personas las que crearon el mito de que ellas van a sobrevivir a cualquier apocalipsis. Persuaden a las mentes alienadas y logran su resignación a tolerarlas paseando por el planeta, por la cocina o por el baño. Sin embargo, hay gente que no se rinde. Aunque con cierto temor y asco, pensando en ellas como el capitalismo que destruye, tratan de erradicarlas con todos los métodos a su alcance.  Son los pensadores y filósofos que ven más allá de las posverdades, y denuncian este asqueroso y perturbador estado de las cosas.

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