mi computadora
«¿Qué?» –dicen-, «¿tenés una computadora?» Es como si me hubiera vendido al enemigo. No tenía idea de que tanta gente tuviera prejuicios contra las computadoras. Hasta dos editores me escribieron cartas sobre la computadora. Uno menospreciaba la computadora de un modo moderado y superior. El otro parecía genuinamente enojado. Sé que una computadora no puede crear un poema, pero tampoco puede hacerlo una máquina de escribir. Todavía, una o dos veces por semana escucho: «¿Qué?, ¿vos tenés una computadora?» Sí, y me siento aquí casi todas las noches, a veces con cerveza o vino, a veces sin, y trabajo con la computadora. La maldita cosa hasta corrige mi ortografía. Y los poemas vienen volando, mejor que nunca. No tengo idea de qué es lo que causa el prejuicio contra la computadora.
¿Yo? Quiero estar un paso adelante de la computadora. Estoy seguro de que está ahí. Y cuando lo consiga, ellos dirán: «¡Hey, escuchá, Chinaski tiene un recuperador-de-memoria!» «¿Qué?» «¡Sí, es verdad!» «¡No puedo creerlo!» Y también tendré algo de cerveza o vino, o quizás nada. Y tendré ochenta y cinco años, estaré manejando hacia mi hogar para vos y para mí, y la pequeña niña que perdió su oveja. O su computadora.