la roca
No nombraré a este poeta aunque sus palabras sangrientas y oscuras me han impresionado y aún lo hacen. A la mitad de su vida decidió recluirse por completo. Dejó de hablar con sus semejantes y fue visto por muy pocas personas. Su obra y su vida parecen ser una sola cosa. No fue sino hasta después de su muerte que leí sus Cartas, y allí encontré todas las alcahueterías y envilecimientos de los Poderes Universitarios y las Fuerzas de la Edición. Carta tras carta, con señas, posturas y detalles de reverencia y compromiso. No parecía el mismo hombre. Quizá no lo era, digo, quizás esas cartas fueron escritas por otra persona y luego fueron publicadas. En realidad, supe que fue él quien las escribió. ¡Qué rápido se caen nuestros ídolos, hasta que no queda ni uno de ellos!