la palabra

La palabra no tiene piernas ni ojos, tampoco bocas ni brazos, no tiene intestinos y a menudo no tiene corazón, o muy poco. No le podés pedir a la palabra que encienda tu cigarrillo aunque te ayudará a disfrutar de tu vino. Y no podés forzar a la palabra a hacer lo que ella no quiere hacer. No podés manosearla. Y no la podés despertar cuando decide dormirse.

La palabra te tratará bien a veces, según qué le pidas que haga. Otras te tratará mal, no importa lo que le hayas pedido. La palabra va y viene. A veces debés esperarla por mucho tiempo. A veces nunca vuelve. A veces los escritores se suicidan cuando la palabra se va. Otros escritores pretenderán que la palabra todavía está allí, aún cuando la palabra esté muerta y enterrada. Muchos escritores famosos hacen esto. Y varios menos famosos que sólo se llaman a sí mismos escritores. La palabra no es para todos. Y para la mayoría, se presenta sólo en un instante fugaz.

La palabra es uno de los milagros más poderosos de la existencia, puede iluminar o destruir mentes, naciones, culturas. La palabra es peligrosa y hermosa. Si llega a vos te darás cuenta, y serás el más afortunado de los hombres. Nadie más importará y cada cosa será importante. Serás el centro del sol, te reirás a través de los siglos, la tendrás. Tus dedos, tus entrañas la tendrán. Serás, por todo lo que puedas durar, un condenado escritor haciendo posible lo imposible, atrapándola, atrapándola, atrapándola.

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