la inspección
Era un pequeño y povoriento pueblo al este de Texas, lleno de tipos salvajes. Me había casado con la hija de uno de ellos y habían venido a su casa para ver quién era yo. Todos los parientes y sabe el diablo quién más. Ya había terminado todo, y yo estaba sentado al borde la cama chupando una botella de cerveza, mi esposa parada ahí.
-Les gustaste –dijo ella.
-¿Sí?
-Esperaban un tipo de ciudad, no a vos.
-¿Ah?
-Tomaste más whisky que cualquiera de ellos, aún más que el tío Pablo, y ni siquiera pestañeaste.
-Era buen whisky.
-Fuiste aceptado, no nos molestarán –dijo mi esposa.
-¿Acaso deberían molestarnos?
-Lo rajaron a mi novio anterior…
-¿Tu novio anterior?, ¿qué estás diciendo…?
-Estábamos comprometidos.
-¿Alguien que yo conozca?
Ella se rió.
-Además, cuando dijeron ‘negro de mierda’ no protestaste.
-Pensé que me estaban hablando a mí. Cielos, nena, yo soy un negro de mierda.
Fui a la cocina y agarré otra cerveza. Se había acabado el whisky. Cuando volví aún estaba parada ahí, sonriendo.
-¿A que no sabés qué es lo que más les gustó? –preguntó ella.
-No, decímelo.
-Cuando saliste de la casa caminando con tus jeans asquerosos.
-¿Sí?
-¡Oh, sí! ¡Ahora ya no te perseguirán!
Ya habían pasado revista. El desfile podía comenzar.