ey ey ey
A veces es malo o sólo ordinario, te ajustás a las condiciones insensibles. Entonces una nueva tarjeta se cae de la cubierta, corta el tendón entre el pulgar y el índice. Un oscuro y eléctrico entumecimiento sobrecoge la médula espinal y el rostro de tu madre aparece embroquetado en un tablero como debe ser. Promoviendo la adversidad como norma, te servís un trago fresco. Te zambullís al hedor de la humanidad y al feroz aburrimiento del tiempo. Te levantás una vez para pestañear, bajás dos veces para pensarlo, discás 911 y responde una voz sin voz, como el grito muerto de un tractor, mientras Roma esculpe el monstruo y los niños tan pequeños como moscas arrastrándose por las paredes de tu cerebro.