Encuentro con Dios

por Máximo Redondo

Las Toscas, Uruguay, última parada.

Muerte tranquila de cansancio y aburrimiento, leyendo algún escritor brillante. Felicidad absoluta: vecinos amables con perros buenos que muerden huesos escabrosos, aires de canto dulce y quejidos armoniosos. Los aromas embriagadores de la floresta, la conversación tan llana como profunda de los lugareños, el viento salobre y fresco acompañando las nubes ligeras y cercanas de todos los matices del gris.

Ingreso al sueño de las hormigas, veo adelante deleites aguardando en la eternidad. El derrumbe de una mente perversa, inclinada al vicio y la maldad, se da en cuestión de milésimas de segundo. En cambio, cuando se trata de una mente lúcida, volcada al amor y la candidez, todo ocurre en un santiamén. Después de la muerte hay transfiguración, resurrección de la memoria, polvo letal del espacio que despierta los ojos, encuentro con Dios ridículo y eterno.

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