en algún lugar de Texas

Sentados en un rancho grande con una abuela y un abuelo (no míos), la abuela me dijo que tenía migrañas terribles y no sabía qué hacer. Yo sabía que tenía una en aquel momento y la razón era que yo estaba sentado en su casa. El abuelo me preguntó si quería un trago. Le dije que sí, me sirvió whisky y agua, y mi mujer se levantó y dijo:

-No lo inicien muy temprano, puede traer problemas.

Yo volqué el líquido en mi garganta, lo miré al abuelo y pregunté:

-¿Qué tal otro como el que me acabo de mandar?

Mi mujer se alejó. Sentado allí la tarde avanzó, bebiendo con el abuelo hasta que se quedó dormido en su silla y yo continué bebiendo. Me sentía muy bien con el sol del atardecer bañándome los ojos. Más tarde caminé por el césped y ví a un indio. Me senté en la hierba y observé cómo construía un gallinero. Después de un rato le pregunté:

-¿Quiere un trago?

Dijo no. Un tipo no divertido. Volví a la casa. El abuelo aún dormía, la abuela aún tenía su migraña. Atravesé la casa. Fui hasta la habitación. Mi esposa estaba allí.

-Vos, hijo de puta –me dijo.

-Por supuesto –dije yo.

Me tumbé en la cama, mirando hacia el techo. Entre las resquebrajaduras distinguí un ángel, una cabra y un león. Mi mujer salió de la habitación. Me pregunto si le pagarán al indio. No demasiado: un cuarto, una tabla y un inodoro. Decidí dormir. Quizás más tarde las cosas nocturnas se verían mejor.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *