el loco
Me senté en el cuarto de aquel hotel barato a esperar. Sentado, tomaba vino y esperaba. Apagué las luces y bebí en la oscuridad. Sonó el teléfono. Era ella.
-Estaré ahí en un rato, Hank.
-¿Cuándo?
-Un rato más, esperame, no te preocupes.
Colgó. Ella era una de mis primeras mujeres. Diez años mayor que yo. El hotel estaba en la calle 6. Me senté en la oscuridad a tomar el vino. Pronto la botella se vació. Salí, bajé por el ascensor para buscar más bebida. En la recepción le pregunté al encargado si había algún mensaje. Volví a subir por el ascensor. Iba por la mitad de la segunda botella cuando volvió a sonar el teléfono.
-Hank, soy yo, estaré ahí pronto.
Colgó. Me senté en la oscuridad y terminé la botella. Luego salí y bajé por el ascensor. Caminé media cuadra y doblé a la izquierda en dirección al bar. A través de la oscuridad pude verla sentada en la barra. Estaba fumando, bebiendo, hablándole a un viejo en un traje gris arrugado. Caminé hacia mi auto, entré y me fui de ese lugar. La ví un par de semanas después y me dijo:
-Por Dios, Hank, ¿qué sucedió? Subí a aquel cuarto y no había nadie.
-No digas –dije, ¿fuiste hasta allí y no había nadie?
Ella sabía que todo se había terminado. Abrió su cartera y buscó algo adentro, nerviosa y desmañadamente. Buscaba cigarrillos, un encendedor o su próxima movida.