el juego del espejo
Pedro era extraño, gordo y tonto. Pedro era un caso. Tartamudeaba y se tropezaba con frecuencia. Las chicas se reían de Pedro y los chicos lo jodían, con frecuencia lo hacían quedarse después de clase. Sus anteojos se caían, los cordones de sus zapatos siempre desatados y la camisa afuera del pantalón. Su ropa era rarísima. Siempre se sentaba al fondo de la clase, con moco chorreándole de las narices.
Así era entonces, en la escuela secundaria. El tiempo transcurrió y ahora Pedro cambia de auto todos los años, siempre tiene una nueva novia hermosa, no usa anteojos y adelgazó. Luce bien y seguro de sí mismo. Tiene una casa en México y otra en Hollywood. Pedro trabaja en el medio artístico y en la compra y venta de valores, habla tres idiomas, tiene un yate, un avión privado, y a veces produce películas. Aquellos que lo conocían no lo reconocerán ahora. Algo pasó, ¿qué mierda es lo que pasó?
Y la mayoría de los jovenes dotados de antaño que dan vueltas todavía son desdichados, se los ve abatidos, idiotizados, sin hogar, seniles o muertos. Rara vez las cosas suceden como esperábamos que sucedieran. De hecho, nunca suceden así.