el joven
Los veo subir y bajar la colina en sus Suzukis, cazándolos, rasgando la noche con sonido, las luces son brillantes, suben y bajan por la colina. Sólo es una noche de jueves pero puede ser cualquier noche, difícilmente hay otro lugar para ir. Territorio de pandillas por Pacific Avenue, y más pandillas en Gaffey Street, sólo una pocas cuadras seguras para rondar y estacionar sus motos. Se quedan ahí parados, conversando. No hay mucho dinero, comparten los fasos y unas píldoras. La escuela mañana, quizás, diablos, quizás no. Estoy parado afuera regando una mancha de pasto. Quizás me vieron, pero no importa, sólo soy un viejo de mierda en un mundo de viejos de mierda. Todavía me siento como si estuviera caminando y dijera «vamos, busquemos algo para hacer…», pero sé mejor, sé que no saben más que yo y que probablemente están más atemorizados. Tengo mi jugada escondida detrás de los muros. Solía pararme y golpear los ladrillos hasta que sangraba y seguía golpeando pero el mundo seguía mortalmente monstruoso, incomparable. Los veo hablando, luego cierro la canilla, arrastro la manguera por el pasto, camino hacia la casa y todavía están parados en el mundo que les dejé. Están trastornados, castrados, despojados, sin esperanzas.
El traspaso de la antorcha a través de los siglos, ellos la tienen ahora. Noche de jueves, ningún lado a donde ir. Noche de viernes. Sábado. Domingo. Lunes. Etc. El joven más viejo de la tierra. Noche de jueves, noche de jueves, noche de jueves. «Vamos, busquemos algo para hacer».