callado en una noche callada

Puedo sentir cómo me vuelvo gordo, viejo y estúpido. Resuello cuando me pongo los zapatos. Ya no estoy seguro si me quedan por delante años, meses, semanas, días, o si el último minuto está llegando. No importa. Esta botella de Saint-Emilion Grand Cru Classé de 1983 todavía hace sonar el condenado ‘gong’. Al menos me evita sentarme con otros viejos de mierda rememorando hechos sin valor. Los jóvenes tampoco ayudan para nada, son espejos que brillan sin reflexión. La muerte se sienta en la silla de enfrente y observa. La muerte ve pero no tiene ojos. La muerte sabe pero no tiene mente. A menudo nos sentamos juntos en la noche. A la muerte le queda una movida, a mí ninguna. Este es un vino excelente. Me conecta con el infinito. Un hombre sin vino es como un pez sin agua, un pájaro sin alas. El vino corre en la sangre del tigre y en mí. La muerte es inferior a esto. Sólo pude obtener una victoria obvia. La muerte se levanta y se para a mi lado. Es una noche hermosa. Me estiro y agarro un pelo largo de mi antebrazo. Lo acerco a mi cigarrillo y veo cómo se chamusca. Soy maduro. Los árboles afuera están silenciosos. No hay nada más, nada menos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *