ayuda-de-onda

-Estamos destruidos por nuestra conciencia –le explico a él.

-No, no, eso no es lo que quería decir –dijo él-, digo, me levanto sintiéndome bien, usted sabe, preparado para la acción, preparado para lo que pase afuera, y entonces la primera palabra que me dirá ella será viciosa y estúpida, realmente injustificada, usted sabe, entonces me deprimo, ando todo el día con la cabeza atravesada.

-Estamos destruidos por esperar más de lo que hay –dije yo.

-O –continuó él-, estaré todo el día fuera en mi trabajo, será lo suficiente duro pero lograré superarlo, y manejaré luego hacia casa pensando en lo bueno que puede venir. Estaciono, salgo, cruzo la puerta y ella dirá algo que no tiene nada que ver con ella o conmigo, algo simple y violentamente horrible, usted sabe, y así pasará la tarde y la noche, ahí se van todos los buenos sentimientos que pude haber tenido.

-Parece una liendre –dije.

-¿Dice que esto a usted no le pasa? –preguntó-, digo, con su mujer…

-Nunca –le dije.

-¿Ningún problema?, ¿ella lo respeta? –preguntó.

-Me adora –dije-, la manera en que hablo, camino, converso, mi brillo, todo el paquete.

-No le creo –dijo él.

-No debería –contesté.

-¿Por qué las mujeres actúan así? –preguntó.

-Es amor –contesté-, les importa.

-¿No sería mejor que nos odiaran? –preguntó él.

-Nos odian –dije.

-Yo sólo deseo que nos traten con el mismo respeto con que tratan a los extranjeros –dijo él.

-No deberíamos soportar eso –dije yo.

-¿Dice que obtenemos lo que necesitamos? –preguntó él.

-Necesitamos lo que obtenemos –le dije.

-¿Y hay algo más? –preguntó él.

-No por hoy –dije-, estuvimos hablando una hora: son $150.

-Pienso que resolvió mis problemas –dijo él.

-Quizás –dije-, y por eso debería volver la semana siguiente.

-Supongo que sí –dijo él

-Lo veré entonces –le dije-, buen día.

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