Asaltando (I)

I
Anoche salí por la puerta roja de mi departamento para ingresar a la oscuridad de la calle 10 del East-

salí por el que fue mi hogar durante diez años, salí a mi ruidoso vecindario

anoche a las siete dejé atrás los tachos de basura encadenados a anclas de cemento

caminé bajo negras escaleras de incendio, sobre gigantes tablas de hierro fundido que cubren los baches en el piso

-crucé la calle, con la luz roja del tráfico, el colectivo trece gimiendo junto a la tienda de licores,

pasé la esquina de la farmacia con su cierre metálico, los posters de Coca Cola y Mylai desvaneciéndose por el raspado del ladrillo

pasé la puerta de madera de la lavandería china
pasé agachado por las casillas en alquiler pintadas de verde y púrpura de estilo puertorriqueño

Por el pavimento vidriado de la calle 10, jóvenes negros e hispanos con el pelo aceitado poblaban los frentes de las casas-

Oh, anoche caminé por mi calle de Nueva York bajo el cielo húmedo de verano de Halloween,
pensando en lo que le sucedió a Timothy Leary al reunirse con el departamento de inteligencia de la policía por una temporada

pensando en qué significan todos estos meteorólogos, la clandestinidad y el fariseísmo más allá de la razón –en los planes del FBI

Pasé junto a un taxista que controlaba las botellas esparcidas en la acera-

pasé junto a jóvenes con sus paraguas y bates apoyados contra un Buick destruido

-y mientras contemplaba a los chicos en el pórtico –un muchacho avanzó, puso su brazo alrededor de mi cuello

suavemente pensé por un momento, apretó más fuerte, el mango de su paraguas contra mi cráneo,

y sus amigos tomaron mi hombro, un joven compañero moreno me dio una patada en el tobillo-

mientras me caía gritando ay au hum a las bandas de amantes que miraban en el pórtico

apreciando lentamente, ¿por qué esto es un asalto, estos extraños hacen un extraño negocio

con lo que- mis bolsillos, pelados, el hueso de mi pierna roto, mis zapatos, mi corazón-

tenían cuchillos? Ay au hum- ¿tenían maderos afilados para penetrar en el ojo, la oreja, el culo? Ay au hum
y lentamente reclinado sobre el pavimento, luchando por mantener mi morral de lana con poesía, mi agenda y las notas del abogado de Leary colgadas de mi hombro

me arrastré en mi camisa orlón por la puerta rota de metal

me arrastré lentamente sobre el piso ceniciento de una tienda abandonada,
un mostrador de dulces de lavandería de 1929—

ahora un desastre de papeles y almohadas y cobertores de plástico de asientos de auto y cadáveres de cucarachas agrietadas en el piso—

mi billetera cayó del bolsillo trasero de mi pantalón y pasó por la escalinata del pórtico,

robada por los dedos perdidos de los Asaltantes de Dios, Es extraño—

No lo podría decir —

mi billetera de cuero de serpiente en verdad de plástico, mis 70 dólares semanales del banco,

la vieja billetera rota —sus tristes contenidos de plástico –la tarjeta de American Express y la de Manf. Hanover Trust Credit también —la tarjeta de negocios del señor Spears, del escuadrón de drogas del ministro británico —mi tarjeta de enrolamiento —mi carnet de instructor de la ACLU y del Naropa Institute

Ay au hum continué cantando Ay au hum
poniendo mi palma en el cuello de un chico de 18 años metiéndome los dedos en el bolsillo, gritando

«¿Dónde está la plata?»

«Ay au hum, no hay nada»

Mi tarjeta de Jefe Boo-Hoo de la Iglesia Neo Americana de New Jersey & Lower East Side
Ay au hum —

no fue olvidada la billetera llena de gente —Mobil Credit, Shell?

Direcciones de viejas amantes en pedazos de plástico, las tarjetas de vendedores de libros—
—»Callate o te matamos» —»Ay au hum, está bien, tranquilo»
¿Tirado en el suelo podía gritar más fuerte? —la puerta de metal se cerró en la oscuridad

un chico sintió mi tobillo roto, buscando billetes de cien dólares bajo mis medias

que tampoco estaban allí —un tercer chico agarró mi reloj Seiko de Hong Kong

rudamente, dejándome un hematoma y raspadura en la muñeca derecha

«Callate y nos vamos de aquí» —y así se fueron,
mientras me levantaba del colchón de cartón pensando Ay au hum, no los detuve lo suficiente,

el tono de voz demasiado alto —mi morral con 10.000 dólares lleno de poesía abandonado en el piso roto—

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