aquella buena gente

Las peores celebridades a menudo apoyan las causas más nobles. Algunos lo hacen guiados por sus agentes de publicidad. Otros, de la variedad menos famosa, más allá de su necesidad de ser aceptados como almas buenas. Desconfío de aquellos que con demasiada frecuencia abrazan causas populares, no porque la causa sea necesariamente errónea sino porque su motivo es egoísta –siendo la causa su propia causa. Aquella gente que se suma al repiqueteo de las campanas y a los discursos, a las asambleas de los justamente indignados –y a menudo son ellos quienes tocan las campanas y dan los discursos-, son mucho peores humanos que aquellos que se esfuerzan, apoyan, predican o actúan en contra. Pensá, ¿querrías a alguno de ellos sonriendo en tu cama en una lluviosa noche de marzo o cualquier otra noche?

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