AFDC para vos y para mí
-Esos perros –dijo ella-, siempre están metiendo sus narices en mi entrepierna. Es exasperante, no sé lo que quieren.
Tenía puesta una bombacha rosa oscura, manos de una mujer de cincuenta años, el rostro de una de cuarenta pero andaba por los treinta. Un psiquiatra tras otro, había logrado entrar al sistema AFDC, como el resto de nosotros pretendía. Discutimos sobre cómo surgen malos sentimientos cuando matamos ciertos tipos de bichos. Y concluimos que estaba bien matar arañas y cucarachas, y que estaba bien comer pescado, cangrejos y langostas. Tampoco los pollos tenían cerebros condenados. Los cerdos eran más listos que los caballos, no se podía comer cerdo.
-Soy una camarera –dijo ella-, y uso minifalda, pero me cansan los hombres que contemplan mi entrepierna. Me pongo tan borracha que derramo mis bebidas sobre la gente. Y después canto, no rock, eso está muerto, canto jazz…
-¿Te casarás conmigo? –pregunté.
-Sí –dijo ella.
Luego ella y su novio comenzaron a discutir y se fueron, dejándome con la botella de vino. Me senté a comer pollo frito escuchando a Shostakovich hasta las 5 a.m.