Lecciones del 20 de Diciembre

por Leila Soto

Un nuevo aniversario de las jornadas de diciembre de 2001 invita a reflexionar. Especialmente en el actual contexto neoliberal en el que estamos atrapados. Se trata de sucesos que no sólo se viven o se testimonian. Son hechos que se deben aprender. Primero aprender a interpretar, luego aprender a explicar y por último a evaluar para hacer “prospectiva estratégica”. En términos criollos sería lograr interpretaciones lúcidas que aporten entendimiento a las nuevas coyunturas.

Sobre por qué ese 20 de Diciembre es único, la explicación sencilla la dio algún filósofo hace siglos: no es posible bañarse dos veces en el mismo río. Pero la explicación extendida es la que nos puede aportar comprensión y lecturas apropiadas a estos tiempos que vivimos.

Por ejemplo. mi reacción ante las imágenes que hoy veo de esas escenas es probablemente menos emocional. Ver la represión a las Madres de 2001 indigna, pero no me saca corriendo a la plaza a protestar o sacar fotos. Ni el más profundo de los rechazos al actual gobierno macrista podrán hacerme añorar jornadas tan aciagas como las de ese fin de año. MI indignación y atención están dirigidas hoy a Jujuy, laboratorio de persecución, represión y muerte. Sabemos que la mayoría de las  víctimas de este sistema los aportan los invisibles, los estigmatizados: presos, pobres, negros, coyas. Hace un año fueron los gendarmes subidos a un colectivo trucho para ir a reprimir a Jujuy, hoy es un preso de 21 años, mañana será un manifestante. Pero aunque el mecanismo represivo sea el mismo, como pueblo debemos estar mejor preparados. No debemos permitir nuevas víctimas emblemáticas como las previas al 20 de diciembre de 2001. Victor Choque fue un obrero de la construcción asesinado en Ushuaia en 1995, Teresa Rodriguez, asesinada por policías de Neuquén en 1997. Ellos anticiparon a otras víctimas, las del 19 y 20 de diciembre. Las que se convierten en mártires, banderas y consignas para una izquierda que debería apelar a discursos más combativos que el de la victimología.

Una lección de los eventos del 20 de Diciembre es que la historia no se repite caprichosamente. De hecho no se repite, tragedia o farsa, lo que se repite es la interpretación que hacemos. Apelamos a categorías y metáforas simples: Guerra mundial porque participan muchos Estados pero bien podría ser guerra entre potencias coloniales y neocoloniales. Le decimos “democracias” a un curioso y heterogéneo grupo de países. Sospechamos del populismo como del marketing emocional (sin comprender cómo carajo ambos son efectivos en lo que hacen). La derecha está bien producida en términos de imagen. Disociadas de las caricaturas de derecha del pasado (bigotitos, borcegos), hoy es ecofriendly y amante de la militancia privada onegeísta. “Primavera europea, o primavera árabe”, podrían ser ensaladas, pero no, son consecuencias ingobernables de las gigantescas operaciones neoconservadoras de subsistencia. Recordemos otra lección: el capitalismo no se lleva bien con la democracia. De hecho hizo todo lo posible para desestabilizar el encantador mundo unipolar. El sistema financiero, las multinacionales boicotean todo lo que huela a justicia social, estado de bienestar, socialismo o, simplemente democracias con derechos básicos garantizados.  Anticiparnos a sus estrategias persecutorias es un deber de las organizaciones de hoy. Así como de los militantes “sueltos”, quienes desde su inorganicidad también pueden aportar lucidez en su resistencia. No debe ser pírrica, ni anárquica. Cuidarse, cuidar lo construido desde el lugar que podamos es una lección importante.

Si tuviera que explicar los sucesos de diciembre de 2001 diría que fue la expresión material de un conflicto social de larga data, pero que la década neoliberal de los noventa catalizó de una manera explosiva.

La protesta no era sólo producto del corralito bancario, otro fin de año tenso a nivel social,  ni la provocadora declaración de Estado de Sitio del gobierno de la Alianza. Era todo eso y mucho más. Era el final de una nueva década perdida en el país, y cuando digo esto no hablo de inversiones que perdimos, de dinero que se fue a los bancos y paraísos fiscales. Hablo de una década en donde se perdieron vidas de todas las maneras criminales que el sistema es capaz de realizar. Epidemias de suicidios en esos lugares donde no sólo se había condenado a la pobreza, sino también a la indignidad de no saber cómo sobrellevarla. Sin estrategias, aislados, resentidos, desesperados. Ejércitos enteros de trabajadores excluidos de la nueva matriz productiva, empleados que debían conservar trabajos indignos y peligrosos porque no había margen para la resistencia. Condenados a observar a los recicladores revolviendo la basura con una mezcla de compasión y miedo: “hoy es él, mañana quien sabe”.

Empleados públicos estigmatizados por una moda modernizadora muy cruel, sobre todo por su frivolidad. Ni la política, ni la religión, ni el azar nos ofrecían explicaciones o una contención creíble. Un papa viejo y anticomunista sólo emitía (para la gilada) tibias encíclicas críticas contra el capitalismo. Su apuesta a la grey católica siempre fue por el lado de los poderosos conservadores del establishment, del Vaticano y del universo de injusticias que reina en este planeta. Con el Opus Dei y con la hipócrita Madre Teresa como icónicos referentes. Los pobres cristianos estaban a merced de fanáticos de capilla. Los que están en contra del aborto o las drogas, pero no tienen problema de beneficiarse de su ilegalidad. Desprecian el evangelismo lumpen, pero no hacen nada para evitarlo. Ritualistas que se aferran a una religión por suponerlo condición de clase.

En el auge neoliberal hacer la guerra está mal, pero vender armas, desestabilizar países o endeudarlos hasta el coño no. Simple. La ideología del mundo unipolar tenía un tufillo protestante horrible: Dios no sólo acepta la pobreza sino la riqueza a costa de otros.  Como muchos yanquis piensan, Dios está de acuerdo con ellos. Gran argumento para los opresores, sin importar de qué religión sean ¿Cómo le discutís a Dios lo injusto de la vida?

Los medios, como siempre, dibujando un mundo guionado por el Big Brother que Orson Wells vaticinó. Mientras se gestaban los grandes imperios mediáticos globales, el mundo se volvía cada vez más estúpido. La droga no se llamaba soma como en Un mundo feliz de Aldous Huxley. La droga es el espectáculo global de la miseria ¿Hay pobres? Hagamos un reallity ¿Hay de nuevo guerra en Europa? Hagamos una película, un documental, un libro, un recital emotivo con U2. ¿Otro genocidio en África? Hagamos negocio y pongamos cara de “europeos civilizados” que no tenemos “absolutamente nada que ver con esta barbarie”. Hasta China es un país de libre mercado, y participa en la renovada OMC. Es el tiempo en que no se asume la responsabilidad en la gran mercantilización de la vida. Vender riñones, traficar con personas, matar campesinos y ambientalistas es algo perfectamente natural para los inicios del siglo XXI. ¿Pero cómo acá la educación sigue siendo gratuita? Si en Chile -que se está espléndido- no lo es. ¿Acá los pobres no pueden vender su sangre? Pero si en el primer mundo eso funciona fantástico.

Pero los síntomas de la crisis del sistema estaban ahí. El movimiento zapatista le ponía su cuota de resistencia al NAFTA. Al Qaeda, hijo bobo de la CIA, se empieza a independizar. Cuba sigue siendo un grano en el orto territorial de Estados Unidos. Ni muerta de hambre, ni explotada turísticamente podrán con la dignidad de un pueblo y su revolución. China con sus tiempos milenarios fagocita el capitalismo reconvirtiendo el país a un ritmo impresionante. Su economía mixta sorprende al mundo occidental. Latinoamérica engendra nuevos gobiernos y sueña con que estos líderes no los defrauden una vez más.

Pero también en el 2001 la política del “que se vayan todos” omitía la existencia de liderazgos necesarios. Algunos colectivos, otros individuales, que demuestran cómo las necesidades van generando las organizaciones populares: el comedor, el piquete, el trueque, la empresa recuperada, las cooperativas y las asambleas de nuevo protagonizando resistencias.

Hoy esas construcciones que tanto costaron son un recuerdo de los más grandes y una enseñanza fundamental a las nuevas generaciones. Todo es posible si hay organización y un proyecto de vida digna. No es necesario repetir nada, sólo aprender dónde están tus intereses,  cómo y con quién defenderlos. Puede ser sólo con tu familia, o tus vecinos o el sindicato, la escuela, las organizaciones políticas. Hay amenazas que repeler. Hay lucha por organizar. No se necesita repetir el dolor y sufrimiento de otras resistencias. La violencia es un instrumento que el sistema sabe muy bien cómo utilizarlo contra los pueblos, es muy ingenuo no advertirlo. Aunque la historia no evoluciona hacia formas más perfectas, sí nos permite valorar lo difícil que resulta vivir dignamente a las mayorías, quienes sólo pueden lograrlo cuando se organizan y tienen muy en claro quién es su enemigo.

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