Fe en la angustia
por Máximo Redondo
¿Qué otra cosa es la religión que un conjunto de ritos y oraciones que llevan a una letanía letal? La mayoría propone sumisión y recato, respeto a los dioses con muchas dosis de pena y pocas de alegría. Los creyentes compiten mucho para ocupar puestos jerárquicos, ya sea en el entramado de las iglesias ortodoxas, como en sus medios de comunicación. Quieren representar y fundamentar sus creencias entre los infieles, mostrar su formación particular, relevar los secretos de sus sectas. Y entiéndase este término como religiones, ya que todas en su origen surgieron de una persona con nombre y apellido, desde las más remotas de la China e India hasta las más recientes de los tugurios de mala muerte de Bolivia, Perú y Argentina. No importa si se confía en un dios, en un objeto o en una filosofía. La mercancía es fetiche: pulsión sexual y de vida hacia un abismo infinito. Hay mucho sacerdote pedófilo, tanto en congregaciones de gran tamaño como en círculos pequeños, y ahora sí, puede aplicarse el término “secta” apropiadamente, con toda su connotación peyorativa. Y ello ha desprestigiado a las instituciones religiosas y a sus adeptos. De cualquier modo, el Opus Dei sigue funcionando bárbaro y sus think tanks han preparado unas cuantas sorpresas para lo que todavía falta de diciembre de 2016, en un año que ha sido fatídico para la humanidad, con lo cual el Papa Francisco debería coincidir.