Ganó Clinton pero nadie se dio cuenta
Más allá de que obtuvo más votos directos y de la perversidad del sistema electoral yanqui, Clinton se puede considerar triunfadora. Ahora va a descansar en sus mansiones con sus amigos de Wall Street y va a contemplar cómo todo se derrumba, desde sus sueños a sus realizaciones. Va a ser testigo privilegida de las cagadas nacionales e internacionales del estadounidense prototípico, bravucón y descarado, de la escoria humana que se va a apoderar en enero de la Casa Blanca. El ya ex presidente, que se va ignorado o vituperado por héroes y villanos, tal vez recorra el mundo como una figura híbrida y posmoderna, la plasmación de un líder mundial inútil e inepto, una media tinta que sólo contribuyó a precipitar el advenimiento del apocalipshit.
Ganó Hillary, porque se vio durante la campaña que su salud es endeble, que no puede tolerar la tensión y presión de ser presidente de una potencia enloquecida, como la dejó G.W, y que luego de meses de tratamientos con antidepresivos y antipsicóticos durante la administración Obama, quedó lo suficientemente atontada para decidir (menos de la mitad de la población) por la opción más amenazante, no sólo hacia el interior de los Estados Unidos, sino para toda la humanidad. Y ella debería celebrarlo.
-Si hay que joder al mundo, ahora sí que lo jodimos -le secretea Bill.
Ahora se va a haber libre de las amenazas de criminales como Duterte o Kim Jong-un, o del mismo Maduro o Evo Morales, esa lacra de Sudamérica que todavía sobrevive. Bill argumenta profusamente para que Hillary se desconstracture, afloje su resistencia y le permita besarla un poco en el cuello. Convencerla de que lo mejor es que el pueblo se haya decidido por el gamberro de Trump. Ella le contesta, ya semidormida porque se clavó unos cuantos sedantes:
-No seas tonto, si esos tipos se enojan, ponele el coreano, nos hace mierda a todos, así que ese es un asunto delicado que el tipo este no va a poder manejar.
-Mirá cómo tiemblo -le replica Bill. -Antes de que mueva un dedo Corea va a ser parte del pasado.
Y así está Estados Unidos, que comienza a vislumbrar lo que se viene.