¿Quién mató al padre Viracocha?

por Máximo Redondo

Los crímenes del narcotráfico siembran terror en las provincias argentinas, al punto de que varios analistas hablan de una «mexicanización» del país. Ya hace semanas que se cometió un asesinato de un cura en Tucumán que había denunciado a varios delincuentes del «mundo de la droga», revelando sus conexiones con la policía y algunas autoridades. El padre Viracocha era una figura muy querida entre sus fieles, sus sermones apuntaban a eliminar la desigualdad, a evitar las seductoras tentaciones del dinero, a compartir los bienes materiales, tomar mate y formar una comunidad que hiciera de los tucumanos un pueblo digno y luchador contra las injusticias. En el barrio donde residía, los vecinos de su capilla aseguran que era un tipo encantador. A veces hasta se ponía una remera del Che Guevara, y por qué no, también flirteaba con varias muchachas atraídas por su porte místico y sermón certero. Jamás se lo veía de mal humor aunque sí con semblante triste, por como decía él «la máquina de hacer pobres» que se había instalado en el gobierno y que estaba llevando a la Argentina a un desastre similar al 2001. Y por más que a él le convenía (los pobres son el alimento sustancial de la Iglesia Católica), creía que se estaba generando un peligroso caos social, que ya nadie se preocupaba por las necesidades del prójimo, y esto lo deprimía sobremanera. Pero ante su gente él guardaba la compostura, y procuraba mostrarse animoso. Pues bien, hasta el presente no hay indicio alguno de lo que ocurrió. Viracocha apareció ahorcado en su cuarto, y más allá de las conjeturas de los detectives, se sabe que había recibido amenazas y que los dueños del negocio de la merca y el faso lo tenían entre ceja y ceja. Sin embargo, lo han catalogado como suicidio (aducen que se había encamado con varias feligresas menores de edad, y que eso le había traído innumerables problemas) y los investigadores le ponen muy pocas ganas a la indagación, temerosos de las represalias que pueden recibir por sacar a la luz la verdad. Tal vez si resucitara Rodolfo Walsh podría darnos una respuesta, y revelar los pormenos de la mafia siniestra que lo ultimó. Cerramos la nota con la información de que el verdadero apellido del padre era Viroche, pero por su simbología, y por su obra revolucionaria, decidimos bautizarlo Viracocha: un Dios autóctono, malo y poderoso, ablandado por la fe cristiana, y convertido en un héroe de nuestros tiempos. Ahorcado no nos sirve, instamos a que se haga justicia y se sepa la verdad. De otro modo, la Maldita Realidad indicará que estamos ante otro hecho impune y aberrante, como la mayoría de los que se registraron durante 2016 con la llegada del macrismo al poder.

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