Palestina liberada

Palestina liberada

por Alvaro Correa

Por fin han llegado épocas jodidas en serio. El mundo está a punto para su descomposición, el horror se multiplica y las ambiciones del ser humano consisten en sobrevivir con hipocresía. ¿Quién puede encontrar esperanza en el amor? Todas las batallas por la vida están perdidas, se aproxima el castigo de los Todospoderosos dioses del orbe, el imperio drena pus –como afirmaba el célebre patriota argentino Guillermo Patricio Kelly.

Era una cena para conmemorar el segundo aniversario de la liberación de Palestina. Miles de israelitas habían sido masacrados por las huestes de Hezbollah. La persecusión al pueblo hebreo volvía a hacerse cruenta. El pueblo palestino gozaba de verse libre del hedor de los religiosos judaicos.

De cualquier modo, aquí en Buenos Aires, hay muchos barrios donde árabes y judíos llegan a convivir dando un ejemplo de comprensión y cariño mutuo. Así, a la cena habían sido invitados varios judíos pro-palestinos que hacían fuerza para llegar a la paz, una paz absurda que aburre y frustra los sueños de bienestar de los individuos, convirtiéndolos en viejos decadentes que consumen Viagra. Muchos eran amigos de don Guillermo Patricio, héroe de la bandera nacional.

Se iban turnando oradores que ponían en práctica diferentes retóricas. La realidad adquiría dimensiones distintas según le conveniera a cada orador. El que estaba disertando en la oportunidad de escribir esta crónica era un joven melenudo, de barba y anteojos finos, que pronunciaba con fervor su arenga islámica: -«Alá lo quiere a su manera, y las maneras de Alá no se cuestionan. Palestina es libre, Palestina crecerá, Palestina será la auténtica tierra prometida, no ese pedazo de desierto inmundo que les quedó a los judíos.»

En general lanzan tres o cuatro frases semejantes y comienzan a respirar agitadamente, entonces descansan, algunos toman un poco de agua y los más expertos encienden cigarrillos. Su esfuerzo intelectual y físico por sobrevivir a condiciones de vida deplorables los hace añorar la época de los primeros inmigrantes. Ellos sí podían deshilvanar dulces sueños campestres, desenvolverse suavemente en su cotidianeidad. Ahora, con el estrés y la ansiedad moderna, todo se hace mecánico, por no decir mesiánico: la frivolidad y la estupidez siempre prevalecerán.

Tenía la cabeza muy metida en mi cuaderno, el vino había contribuido a hundirla y bajarla hasta mirar mi ombligo. (El ser humano suele incurrir en ombliguismos, y esa es su perdición.) Entonces la levanté y me sacudí despejando la modorra que me envolvía. Y escuché a un orador particular, un petiso israelí que disertaba dándose aires de progresista:

-…Es así que se puede hablar mucho de los problemas del pueblo palestino, lo mal que están en materia educativa y sanitaria, cómo son maltratados por los yanquis, su atraso económico, en fin, las perspectivas de desarrollo dependerán de la bondad de los organismos que lideran esos hijos de puta… pero el pueblo palestino es trabajador y resistente, y sabrá afrontar las peleas que se cruzarán en su camino por convertirse en potencia del mundo árabe.

¡Viva Palestina! ¡Viva Arafat y los mártires de nuestra causa, carajo! Esto es lo que se logra con la alienación absoluta. Gritos de guerra, severos y brutales como aquellos, o como «A retorcerle los testículos al cerdo invasor» o «A decapitar a unos cuantos, que bien pueden adornar nuestras tolderías».

Cuando uno comienza a ser censor de sí mismo, entonces ya puede ser considerado un loco irrecuperable, ya ha perdido la razón por abusar de ella; se dan muchísimos casos todos los días. Esta reunión entre palestinos es amena e invita a la reflexión, conviene intercalar entre los discursos pensamientos que sirvan de entretenimiento momentáneo, algo que no sea tan vil como las colas de las películas de próximo estreno, que son una basura infumable.

El recuerdo del patriota Patricio enaltece mi ánimo, era un hombre de coraje digno de admirar. No basta con creerse duro, hay que serlo, y don Guillermo sabía deleitar con su sonrisa y asustar con su cara de enajenado, pero en el fondo lo suyo tenía que ver con el aguante y la guapeza, casi con la actitud provocadora de un lumpen de barra brava. Eso es lo que me enternece.

Hay unas cuantas profecías que le asignan un porvenir venturoso a la patria palestina. El tiempo es cada vez más breve igual, y lo malo de la vida es morirse sin ver que se hayan plasmado en la realidad los cambios sociales soñados, sigue habiendo una misma bola con la manija manejada por unas familias poderosas, el resto son muñecos y payasos de corte, personajes inventados por mentes maquiavélicas. En este contexto, los palestinos deben planificar una política de crecimiento, desarrollar sus fuentes productivas, todo lo que atañe a la salud económica de su país.

La gastronomía palestina presenta sabores exquisitos que no se registran en el resto de Medio Oriente. Su aceite de oliva y sus ajos son muy especiales. Se accede a zonas de placer inaccesibles para los mortales comunes, la lengua y el paladar llegan a un punto de deleite que los sobrecoge. Los estómagos de los palestinos son tan resistentes como sus espaldas, aunque son reacios a la grasa de la comida occidental, al exceso de elementos químicos conservantes. Se puede defender la cocina de este país hasta la muerte, y hay casos de palestinos longevos que sorprenden a científicos de todo el mundo. Está el de Musef bin Jamas, que en su cumpleaños número cientoveinticuatro, provisto de una buena dosis de afrodisíacos, festejó amancebándose con dos lindas jóvenes de veinte años.

El maestro Kelly expresaba el profundo asco y desprecio que tenía por Menem y Bush de una manera que llegaba a alegrar el corazón. Ambos deberán rendirle cuentas a don Guillermo en el infierno. Los va a putear libremente, sin ningún prurito, desde cocainómanos e impotentes a ladrones perversos, todo les decíacon el lenguaje más descarnado. Y claro, la Constitución no funciona, la Justicia no existe y las mafias continúan gobernando, con «la Logia de los Enfermos del Marrón a la cabeza». Así hablaba don Guillermo a la logia de funcionarios públicos que incluía a Toma, Solá, «Chuqui el Muñeco Maldito» y varios jueces de la Nación. Y si no estaban de acuerdo, los conminaba a hacerle juicio por calumnias e injurias. «Los cobardes, putos, ratas miserables… que se amparan en ejércitos de mercenarios y torturadores». Ellos han muerto espiritualmente el día de su nacimiento.

El cronista de la fiesta debe incorporarse para ir al baño. Ahí se le revelarán sus auténticos sentimientos. Camina, atisba las miradas de dos esbeltas muchachas palestinas, dos señoritas merecedoras de conformar el más selecto harén. Ellas no perciben su presencia, es otro borracho perdido que atraviesa la noche para caer rendido en la misma calle o en un colchón sucio. Es la imagen escandalosa del marginal más podrido, y eso ya no llama más la atención en épocas de globalización.

Los días en el siglo XXI se suceden de una manera increíble, apuñalan las almas vivientes, los pocos hombres que buscan revertir las cosas y buscan un poco de justicia -y Kelly es uno de ellos- se ven contrariados por un sinnúmero de dificultades: tienen a las autoridades y al periodismo en contra. La sociedad se basa en la propaganda y la publicidad, que crean engendros afines a las perversiones más abyectas que pueda alcanzar la mente humana. Las aspiraciones de los patriotas palestinos aquí convocados se ven defraudadas porque no pueden vencer un obstáculo fundamental que opone la resistencia yanqui: la cultura enlatada que invade las cabezas ágiles. Entretanto, la imbecilización progresiva de un país otrora maravilloso -como lo era en la época de Mark Twain-, se hace cada vez más decadente, y la verdadera fiesta se hará cuando termine de caer definitivamente, aunque sea bajo el yugo de marcianos desagradables, y con el peso por encima del dólar.

El siguiente orador era un hombre de cincuenta años, gordo y barbudo. Su voz era ronca y tenía un acento de bajos fondos: -Esto no es un chiste, es algo serio, tiene vida y densidad. Palestina es un proyecto que concebimos con un amor inconmensurable. Varias veces estuvimos cerca de desaparecer. Los judíos nos mataron muchísima gente, muchísima más que la que nosotros les bajamos a ellos, y digo esto sin animosidad alguna. A mi me cae simpático Israel y creo que podemos convivir juntos, nos tenemos que poner de acuerdo en algunas cuestiones domésticas y eso es todo.

A veces sorprende la simpleza del populacho. Es menester cambiar determinados puntos de vista, la gente tiende a ver las cosas de una forma muy cuadrada, y acepta la dominación de los mafiosos más fuertes y un status de vida mediocre y venido a menos, algunos se solazan con ser cartoneros. Es la cínica realidad de una civilización putrefacta. Por supuesto que los cartoneros judíos harán buenas migas con sus colegas palestinos, se distribuirán equitativamente sus recorridos diarios en busca de basura y desechos de una clase media ladina.

A esta altura de la noche –aunque sea de día yo vivo en la oscuridad- ya mis ojos no responden a las órdenes del cerebro y me arrastro por los caminos como un camaleón titubeante. De todos modos, soy aficionado a la vida sedentaria, y la situación de cronista me tiene adherido a una cómoda y antigua silla que perteneció a una familia de la realeza palestina.

La cultura y la filosofía tienen que desarrollarse en un sitio tranquilo y apartado, de otro modo se pierde el tiempo con obsesiones que sólo conducen al vacío. A la muerte hay que dejarla esperando, ella va a aparecer cuando lo crea necesario.

Entretanto se debe consolidar la independencia de nuestro querido país. ¿Cómo hacerlo en un mundo que se encamina hacia el totalitarismo y la insensatez? «¿Qué va a ser del futuro de nuestros hijos y de nuestros nietos?» –como interroga Patricio. Que uno lo reitere cincuenta o cien veces no va a impedir que los hechos monstruosos sigan desencadenándose, y que en verdad se han cometido crímenes y violaciones a la ley de modo descarado para hundir a la nación argentina en abismos de pobreza de los cuales jamás saldrá.

Se puso a hablar luego un joven palestino de la Guardia Joven, experto tira-piedra de la hinchada de Chacarita y matón de Barrionuevo: «Los argentinos queremos mucho a los palestinos, estamos dispuestos a inmolarnos por su causa. Cuando vamos a jugar contra los judíos de Atlanta, ellos corren como mariconas, y claro, tienen la pija cortada…»

La lógica del orador funebrero mantenía deslumbrados a los oyentes:

-…no deben tener huevos los cagones. Siempre salen corriendo peor que los policías. Ahora en la guerra, nosotros apoyamos a Hezbollah. Con que esté en contra de los yanquis me alcanza, mi corazón palestino me lo dice.

Esto es una liberación e implica miles de explicaciones al lector. Se debe ir despacio con los argumentos. La fortaleza espiritual es puro cuento… sólo basta con abombarse un poco y procurar un constante enervamiento de los sentidos. Y el lector quizás todavía no haya caído en la cuenta de que ya iba por la tercera botella de vino, que esta noche no es como cualquier otra. Fue una noche muy singular la del segundo aniversario de la liberación de Palestina. Durante el día, había estado deambulando por la ciudad buscando algún agujero donde refugiarme ante el invierno que se acercaba. Encontré un lugar que no era cálido ni digno, pero mejor que el viento helado de la calle era. Uno se va liberando permanentemente de dolor y desesperación, quien no conciba la vida y la literatura bajo esta perspectiva es un gusano en el plano moral.

«¿Nosotros cuántos años soportamos oprimidos?» –pregunta el petiso israelí con acento angustioso.

-Más de cuatro generaciones –aventura el palestino gordo.

-Mucho más, a los judíos les encanta lamentarse.

La historia de la liberación abarca una semana que condensa el sufrimiento de siglos. El carácter triste y amargo del alma palestina se disipa e inficiona su ánimo una disposición alegre y conformista que puede conducirlo a la perdición. Por eso es preciso conservar cierta actitud hostil ante el mundo, vivir la vida en lugar de pensarla, jamás arrepentirse de lo que uno dejó de hacer. Célebres moralistas palestinos establecen: «Se es vago o se es vividor, no hay otra alternativa en la vida, un vividor de esos que se ponen contentos por el mero hecho de que respiran el aire y la tierra que concibió Dios, de otro modo sus neuronas estarían absortas en la imbecilidad.»

Cuando los maestros de meditación de nuestro pueblo se esmeran para acceder a climas de reflexión orgásmicos, los alumnos, cansados porque ya han alcanzado su clímax hace rato, dan por concluida la sesión. Algunos de nuestros pensadores, inclusive, se hallan altamente occidentalizados, por no decir «yanqueados». Se propende así a pervertir a la raza, hacerla dócil a las manifestaciones culturales del Imperio, a su comida, chatarra y basura. ¡Shit!

En esta reunión todos aborrecemos por igual a los representantes del cipayismo. Son peligrosos porque se disfrazan de nacionalistas, y van adelante con arengas patrióticas que tocan la intimidad de todo los fieles. Nosotros somos profundamente religiosos, y eso hay que entenderlo. Los españoles llegaron al extremo de crear la Inquisición, ¡bravo, fue un excelente sistema que cabría rescatar en la actualidad! Todo consta en inspirar terror al enemigo: terror por terror, odio, resentimiento y sensación permanente de inseguridad: sentimientos fundamentales del hombre del siglo XXI, ¡fuerza vital que convirtió a España en potencia mundial!

No hay composición, no hay transmisión de mensaje alguno que sirva para revertir las tendencias que le pronostican al planeta un porvenir nefasto. El trabajo con el lenguaje es infinito y el idioma español tiene la suerte de haberse enriquecido con melodiosos vocablos de la América autóctona. El inglés, idiomáticamente, es una gran aspiradora que roba y adapta términos de todas las lenguas que se subyugan ante su poderosa influencia mundial.

El cronista está encerrado mentalmente, le cuesta avanzar. El vino continúa fluyendo hacia su estómago. En plena guerra todo se hace más despacio, se convive con la muerte serenamente. Todo sucede en otra dimensión, en la de los sueños finales, cada vez es menor el regreso a la vida. Al cronista se le cierran los párpados. Habituados a la oscuridad, sus ojos se entretienen en imaginar escenas placenteras que lo trasladen al sueño, que si viene con suerte, será eterno, como es eterna la gloria de Palestina y la de Jesucristo, Amén.

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