Reflexiones trascendentes de una vaca

Reflexiones trascendentes de una vaca

por Hugo Müller

La lluvia ha limpiado la médula polvorienta de la carretera. El aire recién lavado se encuentra fresco y limpio. El sol ofrece su esplendidez otoñal, haciendo de la conducción de un automóvil una experiencia sublime. El auto avanza a gran velocidad. Bajo el cielo diáfano de la pampa, se lo ve como una máquina extraña, veloz y bulliciosa. Los campos sembrados de trigo a la vera del camino exhalan un aroma que embriaga al apuesto y decidido conductor. Se trata de un joven veinteañero, que acelera inspirado por las ráfagas que lo penetran sensualmente. Pero de pronto, a cien metros de distancia, avizora a una vaca recostada en la mitad de la ruta. El conductor atinó a pisar el freno que chirrió como un marrano. Luego, una catarata de diatribas e insultos. Las estridencias de la bocina llegaron a resquebrajar el aire como un vidrio mal cortado. Pero la vaca permaneció inmutable, con una mirada oblicua y bobalicona, mientras se relamía sus partes íntimas. Finalmente, el torturante sonido de la máquina cansó al cuadrúpedo de anhelada carne, quien se irguió y prorrumpió con faz severa, espantando la bobería de su semblante:

-Escuchame…, ¿por qué hacés tanto escándalo? A mí no me interesa tu apuro y tu derecho constitucional de atravesar los caminos de la patria. Yo vivo siguiendo un ritmo idílico e incorruptible. ¿No ves que soy una matrona antigua que no se arrodilla ante el triunfo de tu macabra civilización, ni ante sus frivolidades estúpidas que quieren vender por cualquier medio? ¡Te pido por favor que dejes de hacer ruido!, ¿no te das cuenta de que estás espantando al paisaje, interrumpiendo mi sesión de meditación? Claro, no te das cuenta porque no puedes ver más allá de tu narcisismo y de tu histeria. El paisaje huye de ti, convertido en una masa acuosa y deforme. Pero yo vivo en él, y en él educo mi sensibilidad, que no es vacía como la tuya… ¿De dónde sacas esa fe morbosa que absorbe las distancias?, ¿qué consigues dopándote con vértigo? Esclavizas tu existencia con apremios en vez de experimentar los momentos con intensidad. ¡Ya deja en paz tu maldita bocina! El tiempo y el espacio no se conquistan con mecanismos de acero y hojalata. La velocidad es una trampa: hace llegar antes a la certeza de la propia impotencia o vanidad. El símbolo de todas las culturas se encuentra en la esencial lentitud de lo inconsciente, que siempre logra sus designios. El tuyo, joven moderno y apresurado, ya lo conozco: abrazarás el más crudo materialismo en tu decadencia veloz, te enterrarán como a una persona sensata y vulgar.

El automovilista hizo un gesto de bronca y sus ojos opusieron una mirada furibunda a las palabras de la vaca, pero ésta prosiguió envalentonada su advertencia:

-Está bien… No te enfades. Me moveré, ya puedes conectar los cables de la máquina a tu cerebro, darle gas o nafta al motor. El camino quedará libre para que vuelvas a atravesarlo y arruinarlo como una bacteria maligna. ¡Adiós! Que tu estúpida filosofía te conserve sano…

Las ruedas volvieron a chirriar fuertemente y el auto disparó, lanzando el conductor una seguidilla de improperios que el animal no comprendió. Lenta y serenamente, la vaca desvió la mirada de ese aparato intruso y emitió un violento mugido sardónico que estremeció al automovilista hasta que su máquina se disolvió en el horizonte.


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