Cerveza de brezo: una leyenda de Galloway
De las bonitas campanas de brezo ellos prepararon una bebida hace mucho tiempo, era mucho más dulce que miel, era mucho más fuerte que vino. Ellos la prepararon y ellos la bebieron, y yacieron juntos en una bendita ciénaga por días y días en sus moradas subterráneas.
Allí se levantó un rey en Escocia, un hombre caído ante sus enemigos, él doblegó a los pictos en batalla, él los cazó como corzas. Sobre millas de roja montaña él los cazó mientras huían, y esparció los cuerpos enanos de los muertos y moribundos.
Vino el verano al país, roja estaba la campana de brezo, pero la manera de preparación no había nadie vivo para contarla. En tumbas que eran como las de niños en varios picos de montaña, los cerveceros que la hacían yacen numerados con los muertos.
El rey cabalgó en el páramo rojo un día de verano, y las abejas zumbaban, y las grullas gritaban al costado del camino. El rey cabalgó, y estaba enojado, negro era su semblante y pálido, para gobernar en una tierra de brezo y falta de cerveza de brezo.
Fue afortunado que sus vasallos, cabalgando libres en el brezal, llegaron sobre una piedra que estaba caída y alimañas ocultas debajo. Rudamente las arrancó de su escondite, jamás hablaron una palabra: un hijo y su padre anciano –últimos del pueblo enano-
El rey se sentó sobre su cargador, miró a los pequeños hombres, y la pareja morena y enana miró al rey de vuelta. Los tenía abajo junto a la orilla, y allí en el vertiginoso abismo “Les daré vida, a ustedes alimañas, por el secreto de la bebida”.
Allí se pararon el hijo y el padre, y se veían alto y bajo, el brezo era rojo a su alrededor, el mar retumbaba abajo. Y arriba habló el padre, su voz era chillona: “Tengo una palabra en privado, una palabra para el oído real. La vida es querida para los viejos, y el honor una pequeña cosa, yo complacido vendo el secreto”, citó el picto al rey. Su voz era pequeña como la de un gorrión, y estridente y portentosamente clara: “Con mucho gusto vendería mi secreto, sólo temo a mi hijo. Porque la vida es un asunto pequeño, y la muerte es nada para los jóvenes, y yo no me atrevo a vender mi honor bajo el ojo de mi hijo. Tómalo a él, oh rey, y átalo, y ponlo lejos en la profundidad, y yo te contaré el secreto que he jurado guardar”.
Ellos tomaron al hijo y lo ataron, cuello y talones en una correa, y un muchacho lo tomó y lo balanceó, y lo lanzó lejos y fuerte, y el mar se tragó su cuerpo, como el de un niño de diez, y allí en el acantilado se paró el padre, último de los hombres enanos.
“Verdad es la palabra que le dije: sólo temo a mi hijo, porque dudo del coraje pimpollo que va sin la barba. Pero ahora en vano es la tortura, el fuego nunca dispondrá: aquí muere en mi pecho el secreto de la cerveza de brezo”.
traducción: HM