Abajo, entre los hombres muertos
En mi estrecha y oscura cama descanso bien, de nuevo acostado: escucho encima de mi descarnada cabeza la afilación de una espada. Siguió una nota brusca que creció a tensiones cada vez más ásperas: el poeta Welcker, entonces lo supe, estaba arrebatando mis restos. ‘Oh Welcker, deja que tu mano se detenga y déjame aquí en paz. De tu revancha podrías haber hecho un fin con mi deceso’. ‘Silencio, Mouldyshanks, y escucha mi lamento: Yo una vez fui, como estás precavido, eminente en las letras, conocido y honrado en todas partes. Mi esplendor hizo brillar a todo Berkeley y encegueció a Sacramento. Los hombres juraban que ningún escritor podía escribir como yo, si yo tuviera una mente. Con todos los honores sin saciar, golpeado con la maldita ambición, ¡demasiado lejos, compañeros! Tenté al destino, ¡yo publiqué lo que escribí! ¡Cielos, con qué hambre salvaje el olvido se traga a la fama! ¡Hombres que me conocen desde niño se han olvidado mi nombre! Hasta los acreedores con miradas de búsqueda no pueden recordar mi rostro, mi más pesado, él imprime mis libros, olvidados la mayoría de ellos. Oh, debería sentir un dulce contento si un pobre acreedor me trae su reclamo para un acuerdo, y me intimida por el nombre. Mi perro está abandonado en mi puerta, aúlla toda la noche, y cuando lo saludo a la mañana, ¡responde con una mordida! Oh Poeta, ¿qué es para mí, en nombre de Satán, toda esta alharaca? ¿Arrebatándome restaurará la fama que aquella impresión le arrebató? Paz, espantosos restos, no estoy a punto de hacer una hazaña de pecado. No vine aquí para sacarte, estoy intentando entrar’.
traducción: Hugo Müller