El prisionero
Habla alto el culpable ante el estrado, dirigiendo su propio caso:
‘Usted Señoría, he ido demasiado lejos, pero dígame que fue de su gracia.
Mientras pasaba junto a una tienda vi salir mi brazo
y aunque le rogué que se detuviera él robó más allá de toda duda.
¿Pero por qué todo mi cuerpo debería ser condenado a la sombría mazmorra,
cuando de hecho fue sólo la transgresión de un miembro?
Entonces me paro aquí ante la corte y ruego en nombre de la Justicia:
por favor penalicen a mi brazo y mi mano, pero no mi marco’.
Habló el Juez con voz de hielo, aunque ocultaba una sonrisa:
‘¡Está bien! No debería pagar el precio por lo que hizo un miembro.
Debo admitir su razonamiento, su brazo debería esperar la celda…
¡Tres meses! Y si lo sigue la Corte no lo objetará’.
El culpable sonrió con súbito encanto, entonces para consternación de la Corte,
rápidamente se quitó un brazo de madera y se fue.
traducción: Hugo Müller