Muro devanado
Ella traería una madeja de lana y me pediría que extienda mis manos,
entonces dejo de chupar mi pipa y observo cómo enreda las hebras brillantes
en una bola tan cómoda y clara, tal vez un par de medias a zurcir
para reconfortar mis indignos pies, o ajustar un pulóver para mi cintura.
En cuanto al devanado me gustaría balancearlo, cantaría un poema en mi cabeza,
y vería en ensoñación cómo enflaquece velozmente el hilado brillante.
Los que más me gustaban eran las hebras de colores, dejé que mi pipa pensativa se enfriara…
Dos manos activas y dos pasivas, tan ocupadas lustrando lana brillante.
¡Compañeros! Dos de esas manos están frías, y en estos días de cólera y mal,
estoy tan cansado y viejo, me pregunto si no he vivido demasiado.
Así me siento en mi soledad y sueño en la dulce regla doméstica…
Cuando las mujeres tiernas solían tejer, y los hombres eran felices devanando lana.
traducción de Hugo Müller