El centenario
Mi bisabuelo tenía noventa y nueve, y así nuestro único temor era
que aunque su salud era robusta fallara y no llegara a los cien.
Aunque no era un canto rodado parecía no juntar musgo:
un patriarca de músculo y hueso era el bisabuelo.
Podría haber sido senil y frágil en vez de sano y fuerte pero no,
amaba una jarra de cerveza, una bulliciosa vieja fiesta.
‘tan retozón como un resfrío’ decía él, ‘viviría el tiempo asignado a un hombre
pero ahora planeo ser un centenario’.
Entonces una noche cuando lo llamé, ¡oh, qué cambio vi!,
su cabeza estaba inclinada, sus ojos estaban oscuros, su quijada caída.
El dijo: ‘Dejame morir, rezo, ya no tengo maldito uso…
Porque en mi boca encontré hoy un diente suelto’.
traducción: Hugo Müller