Y Violeta se revolcó en su tumba
por Alvaro Correa
Pobrecita. Se cumplieron 100 años de su nacimiento y eran inevitables los homenajes, pero la artista chilena jamás imaginó que se iba a bastardear y desvirtuar su obra de una manera tan flagrante y repugnante. Ni en los años de la dictadura pinochetista la trataron tan mal. El evento se realizó en el teatro Colón de Buenos Aires. Asistieron la presidenta Bachelet e importantes autoridades locales, líderes del gobierno PRO que encarna todo lo que Parra aborreció y combatió durante su flamígera existencia. Desde una perspectiva musical, melódica o sinfónica, lo que se hizo fue una gran cagada. Todos los temas de Violeta sonaron sin alma, interpretados por músicos mediocres, en performances opacas y que para nada reflejaron la propuesta artística de la genial compositora trasandina. Fue un desfile de oportunistas e ineptos, una celebración sórdida e injusta. Y las autoridades chilenas se prestaron a ello, y son responsables de semejante afrenta a la memoria de Parra. La Bachelet, cuya inania siempre fue funcional a los poderosos de Chile, a que los Piñeyra tengan asegurado el dominio del país para lo que queda de vida en la tierra. Y por supuesto, Buenos Aires es una ciudad cómoda para sus intereses. Aquí surgió y se consolidó el proyecto macrista que agobia a la Argentina, acá se pergeña la represión y la extinción de los trabajadores y campesinos, se cristalizan actos de corrupción aberrantes, los mandamases hacen a su antojo sus negocios y juegan con el hambre del pueblo. En este contexto, en este entorno, se manipuló su figura y se la adoptó, como hacen las clases dominantes con los líderes populares, se apropian de ellos y los convierten en mercancía, en lo que es una práctica del capitalismo que se desarrolló y perfeccionó desde sus inicios. El evento no tuvo relación alguna con lo que Violeta planteó y quiso a lo largo de su azarosa trayectoria. Ningún atisbo de solidaridad entre hermanos, ni una miga de socialismo, todo fue un glamour berreta de un falso latinoamericanismo. En el repertorio eligieron los hits más lavados ideológicamente. Nada de “La carta”, nada de su apelación a las inmundicias cometidas por los gobernantes. Si Violeta hubiese conocido a Macri le hubiese vomitado encima, para ella hubiese equivalido a conocer al diablo, aunque le asignaba a los malvados de este mundo cierta inteligencia de la que carece en absoluto nuestro presidente. Violeta no hubiese aguantado un minuto de conversación con un cretino de la talla de Rodríguez Larreta, o hubiese escupido el traje del relamido Pinedo (posiblemente lo hubiese bañado en bosta, aún a los cien años de edad). Por eso se revolcó en su tumba, por eso en cualquier momento resucita para cantarle unas cuantas verdades a ese público chetoide y obtuso que acudió al Colón. Lo que sucedió allí fue una antítesis de un homenaje, fue una herejía imperdonable, aún cuando contara entre los intérpretes con descendientes de la artista y algún que otro músico chileno desprevenido, con la intención de sacarse las ganas de tocar en el Colón, como si eso tuviera algún mérito. A pesar de todo ello, no lograrán matarla dos veces. Violeta se sacudió y tiene fuerza para vengar esta afrenta. La asquerosidad que le inspiró este homenaje es demasiada. Ya veremos cuando su voz se alce para denunciar a los organizadores y ponerlos en su lugar: al fin y al cabo, son una banda de ricachones que continúan explotando a sus pueblos en condiciones aún peores que las padecidas durante su esplendorosa carrera. Violeta, ¡levántate y anda! Por el amor de Dios, que aquí nadie mueve un dedo por cambiar el estado de las cosas.