Repugnantes
por Leila Soto
Es difícil decidir los calificativos que se le pueden atribuir a la medida de la Corte Suprema de Justicia de la Nación de aplicarle el 2×1 a un condenado por delitos de lesa humanidad. Vienen a la memoria las ausencias que tanto se necesitan. Recuerdos de otras épocas como los de la Corte automática de Menem, los tibios inicios de los juicios por la verdad en épocas de indultos. Recuerdos más recientes, de turbas y opinólogos con sed punitiva, pidiendo más cárceles a los violadores y asesinos. Hoy están escondidos porque es inexplicable, ni mucho menos sostenible jurídicamente el mamarracho de la impunidad. Sacar de la galera un beneficio procesal que tuvo menos de una década de vida a condenados posteriores, no es sostenible ni legal ni moralmente. Más allá de que estamos hablando de genocidas, es algo que la sociedad ni siquiera convalidaría a un ladrón.
Pero esta medida sólo se explica en el contexto en el que se desarrolla. El triunfo electoral de la derecha argentina que sólo se explicita ideológicamente conservadora, retrógrada y oligarca en forma elíptica. Desde sus políticas perversas, sus discursos enjuagados y su intento de borrar la historia argentina mediante la posverdad (mentiras construidas con el propósito de pasar como verdades). Lo comenzaron a hacer desde las editoriales de La Nación (que ya a esta altura se debería llamar Nazión). Siguieron con su negacionismo colado en discursos, colgado de sus funcionarios y de la mano de las cloacas mediáticas que se ponen a discutir “con los de un lado y del otro”. El cambio de status del feriado del 24 de marzo y la patética acción conciliadora del Consejo Episcopal Argentino le pusieron al timing derechoso sus cerezas del pastel. En cuanto a la Corte, ya había tenido varios fallos que anticipaban esta aberración jurídica. Hoy la pérdida de Eduardo Luis Duhalde y del ex fiscal Hugo Cañon se resienten, porque serían los primeros en batallar en el ámbito judicial. Sin embargo estamos todos los demás, sabiendo que no debemos claudicar, ni hoy ni nunca. No lo hicimos cuando la mayoría de la sociedad aún estaba demasiado reprimida para asumir su propia conciencia de memoria, verdad y justicia. Hoy que somos más, que somos de todas las generaciones, de todo el arco político y de todas las clases sociales, no dejaremos de exigir justicia.
Cuando tenía menos de 5 años vivía a metros del lugar donde Luis Muiña torturaba, hoy vivo a menos de cinco cuadras de un ex-centro clandestino de detención. Todos los días piso veredas donde encuentro recordatorios de compañeros y compañeras desaparecidos. Me falta un tío, algún vecino y media clase dirigente que podría hacer de nuestra sociedad algo mucho mejor. Seguramente, si esta medida judicial prospera, también deberemos convivir, una vez más, con algún viejo genocida. No me queda duda de que ayudaré a mis vecinos a indignarse con la situación, los seguiremos a donde quieran instalarse. No habrá comunidad donde esconderse, no podrán comprar ni un pan sin escuchar una poesía de Juan Gelman o de Hernández, o de algún “asqueroso” subversivo que ellos tanto odian. Estos jueces deberán pagar por lo menos una condena moral y pública por sus acciones. La historia se sigue construyendo, no pueden desaparecernos.
HECHOS
Mientras el dictador o burócrata de turno hablaba
en defensa del desorden constituido del régimen
él tomó un endecasílabo o verso nacido del encuentro
entre una piedra y un fulgor de otoño
afuera seguía la lucha de clases/el
capitalismo brutal/el duro trabajo/la estupidez/
la represión/la muerte/las sirenas policiales cortando
la noche/él tomó el endecasílabo y
con mano hábil lo abrió en dos cargando
de un lado más belleza y más
belleza del otro/cerró el endecasílabo/puso
el dedo en la palabra inicial/apretó
la palabra inicial apuntando al dictador o burócrata
salió el endecasílabo/siguió el discurso/siguió
la lucha de clases/el
capitalismo brutal/el duro trabajo/la estupidez/la represión/la muerte/las sirenas policiales cortando la noche
este hecho explica que ningún endecasílabo derribó hasta ahora
a ningún dictador o burócrata aunque
sea un pequeño dictador o un pequeño burócrata/y también explica que
un verso puede nacer del encuentro entre una piedra y un fulgor de otoño o
del encuentro entre la lluvia y un barco y de
otros encuentros que nadie sabría predecir/o sea
los nacimientos/ casamientos/ los
disparos de la belleza incesante
Juan Gelman