XXVI. La Desocupación groenlandesa
En territorios áridos y helados la Desocupación se extiende como un manto celestial, se desliza rápidamente. Nubes empujadas por torbellinos de nieve viajan al Ecuador. La Desocupación ya llega reciclada a los países cálidos, perdido totalmente su sentido original, la desolación absoluta. Pero los exploradores de la soledad y la locura tienen que trabajar muy severamente para sobrevivir a las gélidas y blancas condiciones que los rodean. Lo único que tienen son perros y trineos, oscilan de un bosque milagroso a otro, buscando madera o frutos silvestres. Los pocos habitantes del país son los Desocupados más puros que existen. No tienen tiempo para pensar en fantasmas o fantasear tontamente. Los días los atraviesan como ráfagas de luz, tal es la intensidad de su lucha por procurarse víveres y entretenimientos para agilizar sus mentes.
La descubridora de la Fuente Inmortal fue Ubina Nain, una exploradora con rasgos de semidiosa, que a los 22 años arribó a Qaqortoq, ciudad sagrada en la que se encuentra un lago de aguas tibias y balsámicas que bañan los bordes de un volcán y unas montañas que lanzan humo caliente de manera incesante. Ubina fue criada en un hogar armónico y agradable, siendo sus padres y cuatro hermanos encantadores. Constituían una familia muy querida por la sociedad groenlandesa.
Por lo general, las poblaciones groenlandesas se asientan sobre la costa, ya que el resto de la isla son bloques y cadenas de hielo inexplorados. Los colonizadores europeos de Groenlandia fueron luteranos rígidos que aún conservan en su comportamiento reglas medievales –igualmente se hallan absorbidos por la globalización-. Se produce así una mixtura que los conduce a un estado de esquizofrenia permanente. La serenidad de la raza esquimal no se transmitió a los blancos. Las cópulas entre hombres europeos y mujeres esquimales fue un fiasco y no germinó un groenlandés acriollado. En cambio, los entrecruzamientos de hombres esquimales y mujeres europeas, si bien fueron mínimos, dieron a luz personalidades como las de Ubina Nain. Ella huyó entonces de la prosperidad, de los paisajes estremecedores de Sisirniut y Uummannaq, las aldehuelas de pescadores de ballenas que se aposentaban en los contornos de Qaqortoq, las noches eternas del invierno danzando, bebiendo y platicando sobre el monótono acontecer diario. Ubina deseaba escapar a todo eso. En su espíritu predominaba más la vida esquimal, la falta de coherencia o lógica en sus creencias. Su sangre era la de una aventurera fría, de esas que son capaces de captar y comprender en un segundo la realidad que las circunda, enfrentando las situaciones peligrosas con gran determinación, andando así como triunfadoras por la vida. Pues bien, un primo esquimal de Ilulissat le narró la leyenda de la Fuente de Thule.
-De allí surgió la luz que inundó al universo, la fiereza de los guerreros, la inteligencia de nuestros dioses, los abismos que se comen los bosques y las montañas sin tragar su aire. Los gérmenes que nos preservan de las enfermedades de los blancos, la limpieza de nuestras almas… -le contó el primo.
Resulta que en medio de una tiniebla helada, el cielo se resquebrajó, tembló la isla entera y se formó el Lago de la Desocupación, famoso por sus propiedades lenitivas y fragantes. Quienes se bañan allí adquieren una energía sobrenatural: pueden resistir torbellinos de nieve, jornadas de pesca de catorce horas ininterrumpidas, comer un kilo de carne de ballena sin respirar. En sus orillas se fundó un pueblo feliz.
En las faldas de los volcanes que rodean al lago hay una tierra fértil donde crecen plantas groenlandesas, especies únicas que ayudan mucho al metabolismo humano. En ese escenario transcurrieron quinientos años bellos y pacíficos. Untando sus cuerpos con grasa de ballena los habitantes de Thule se protegían de los vahos maléficos que arribaban del continente europeo. Ubina Nain soñó que visitaba la Fuente y que ahí encontraba a un hombre bondadoso, bello y comprensivo. El viaje requería agallas para atravesar sábanas inhóspitas pero ella estaba segura de que podía hacerlo sola, y de hecho lo logró. En Thule la recibieron amistosamente y pronto se convirtió en una desocupada más. Queda planteada así, en definitiva, la historia de la Desocupación groenlandesa, arraigada en su Fuente Inmortal.