Oro

Fue extraña la alquimia que atravesaste,

antes, profundamente hundido entre la tierra y las rocas macizas,

tú, tranquilamente oculto mientras las centurias pasaban;

no sentiste el paso fulminante de la vida, el esfuerzo, la estupefacción

del hombre por sobre el escozor de las emociones salvajes –

Viviendo, muriendo, no existe más que un espacio;

lamentos duraderos o alegrías engañosas;

triturando a sus compañeros en aquella feroz carrera hacia adelante,

donde los brutos sobrevivieron y la verdadera nobleza se perdió;

donde las almas que perseguían el deseo caliente perdieron su pasión.

En el vago, misterioso y desconocido cosmos

la guerra media elemental se preñó con vida,

donde los valles caen y las montañas fueron construidas,

donde tú has conquistado y también abandonado la lucha.

Aplastado bajo el peso sobrecogedor de la tierra,

y la lucha incesante por el salario;

pero tú te dormiste y esperaste el segundo nacimiento,

cuando con aquella extraña e ingrata rabia del genio,

juraste matar al primero que lo liberara, le proveíste luz

tu impía avaricia hirió con fiereza tu humanidad.

Como en las fábulas de los días antiguos,

dentro de una caja estaban cautivos los males,

la lucha que Pandora estaba dispuesta a dar comenzó,

entonces Tú, custodiado por las colinas silentes.

Hasta que uno, más corajudo o curioso que el resto,

franqueó tus portales y permitió que la luz del día

contemplara la meta futura de la búsqueda envidiosa,

la droga mortal para seducir a la humanidad;

para empujar a a las almas en zozobra hacia sueños evanescentes;

para expulsarlos y dejarlos, desconcertados y abandonados, en las profundidades traicioneras.

El incestuoso y cálido amor, el rudo deseo

del hombre por una mujer, o del bruto por el bruto,

eran icebergs flotantes en un mar de fuego,

contrastados con la fina agonía

que se apodera de los hombres con amor bajo e impuro,

cuando lo contemplé por primera vez se quedó horroizado

y sintió por dentro cómo se encogía la gracia,

la alegría del amor perfecto antes de la explosión

de todos los calores más ardientes que se consumen y emergen de los

cráteres de las bocas, o brotan de queridos infiernos imaginados.

¿Entonces dónde es que aún yace tu sutil y maravilloso encanto?

El rayo luce intermitente en el cielo;

la luciérnaga en un calmo mediodía de verano,

o un plácido bichito de luz, con la luz más cálida que se haya visto en la tierra,

¿No es precioso?, ¿no eres tú tan raro, tan verdadero, tan bueno

como ella que se sonroja con la primera sorpresa

al tomar conciencia de su condición de mujer;

que gloriosa, sin pestañear, escucha con ojos cerrados

y el pecho palpitante la historia del amante de un amor desplegado,

ni quien en aquel dulce momento podía desvanecerse?

Te volviste dominante, supremo, vasto,

la estrella polar del mar sin caminos del hombre—

El soñador, despertándose de su sueño feliz,

retornó a la tierra, contempló y fue por ti:

el joven, cuyo esquema de la vida acaba de comenzar;

el hombre que camina erguido y orgulloso de su humanidad;

el anciano cuya carrera casi está terminada;

olvidan el propósito de la vida, el pensamiento sublime

y la conciencia que se hunde, cediendo a la sed codiciosa

te persiguen y persiguiendo, caen, se degradan y condenan.

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