Navidad en Río
Lluvia de acondicionadores de aire, goteo de electricidad podrida. Ojos aletargados, que se empequeñecen mientras los aplasta el cansancio, atisban la realidad a tientas, adivinando las posturas y actitudes de los cariocas. Prevalece la mezcla de grandeza y desolación, bellezas sublimes de ambos sexos deambulan junto con seres horripilantes: la riqueza y la pobreza se articulan obscenamente. Autopistas grises y mortecinas dan pie a montes y pequeños bosques que descienden hacia el mar. El tiempo es tan real que parece inimaginable: la fiesta de Navidad de 2016, año raro y maldito, con los hombres empecinados en acelerar la destrucción del mundo. La música horrenda, por ejemplo, puede destruir aquí la vida, por más que se la tilde de maravillosa. La consigna de la mayoría es divertirse y copular, ningún recogimiento, pocos pensamientos que recuerden el nacimiento del Niño Jesús. Este año hubo un golpe de Estado miserable y atroz.
Sin embargo, en Brasil, en general –a lo que no escapa Río- está plagado de «Buenos Jesuses», nobles y humildes ciudadanos que obran según sus enseñanzas. Son muy respetados y alimentan el fenómeno religioso, que adquiere en determinadas personas un fervor inusitado. De cualquier modo, la ingenuidad que se requiere para creer en pastores brasileños es tan inmensa como absurda, lo que demuestra que lo exhuberante puede transformarse en nauseabundo.
Las fiestas entran en calentamiento a las tres y media de la mañana, lamentablemente no podré registrar escenas heroicas o lujuriosas, sólo los paseos históricos que preceden la apertura de regalos a los pies de árboles artificiales. Los niños están contentos de estar despiertos, sueñan que tendrán sexo en la playa con sus enamorados. Y fuera de dudas, es lo que moviliza a los hombres y a las mujeres: no hay que disminuir los esfuerzos si se cuenta con la esperanza de un buen coito o un deslumbrante romance. De hecho, en Río nacieron muchos poetas benditos que le cantaron al amor y a la locura. El día que se descalabre todo –con guerras, terremotos o tsunamis mediante- su obra permanecerá como emblema de una sociedad decadente.
La melancolía y la alegría oscilan por un vertiginoso subibaja. Quienes mejor me tratan son los mendigos y recolectores de basura urbanos, tienen una paz interior asombrosa. La Navidad los ha inspirado y muestran sus retablos orgullosos. Ellos limpian la basura útil y recuperan imágenes sagradas de restos de diarios y revistas. Exhiben sus botines de comida y latas de cerveza aplastadas o rotas. Me saludan cortesmente cada vez que paso a su lado, como si fuera miembro de sus cofradías. ¿Será mi rostro?, ¿mi paso volátil y a la vez inquieto? ¿O simplemente saludan con similar amabilidad a todos los hombres, sean o no brasileños?
Acicateado por estas dudas me dirigí hacia el paraje donde se aposentaba Gabriel, un carioca de 35 años con serios problemas hepáticos y arrestos de demencia. Mantuvimos un diálogo ligero y gracioso que me aclaró un poco el panorama. Principalmente, le pregunté acerca de sus hazañas y efectos personales.
-Hola Gabriel.
-Hola Huguiño
-Oi, ¿no? Así hablan acá.
-Somos muy conscientes del pasado y del futuro. Por eso el presente nos resulta tan fácil.
-Dime Gabriel, ¿estas velas las encienden en algún momento?
-Sí, ayer a la noche me acompañaron durante la borrachera y mientras despellejaba una rata para comérmela.
-¿Y estas fotos de mujeres hermosas?, ¿alguna es tu mujer?
-No, son modelos con las que soñé fantasías divinas.
-¿Tú quieres preguntarme algo?, ¿tienes curiosidad por mi vida?
-En absoluto, sólo intuí que eres simpático y aquí estamos…
-Carajo, entonces es algo especial, no es que saludas a cualquier persona que pasa por acá…
-Por supuesto que no, en este país hay mucha gente soberbia o malandra con la que no simpatizo.
-Y fuera de Brasil también.
-Seguro, pero allí no conozco mucho. Yo hablo sólo de lo que sé.
-Perfecto, Gabriel.
Dicho esto, procedí a regalarle una birome.
-Con esto puedes pintar todo lo que te imaginas, y registrar tus conversaciones.
-Gracias, amigo, es una emoción.
-Nos vemos pronto, ahora vuelvo al hotel, mi chica me está esperando.
-Vaya, ahora vienen unos amigos míos, si quieres pasar más tarde nos tomaremos unas cachaças.
-Seguro, nos encantará.
-Hasta luego. Feliz Natal.