El dijo que aquello no se veía bien,
que aquello se veía mal, de hecho, muy mal,
que antes yo había contabilizado treinta y dos de ellos en un pulmón.
Yo renuncié a contarlos,
dije que le agradecería que no me hiciera saber
de nada más que encontrara allí,
él dijo que si yo era religioso
debería arrodillarme en el bosque y permitirme pedir ayuda,
cuando te precipitas a una catarata,
la niebla soplando contra tu rostro y brazos,
te detienes y buscas comprensión en esos momentos.
Yo dije "no todavía, pero intento comenzar hoy mismo",
él dijo "lo siento, desearía tener otro tipo de noticias para darte",
yo dije "Amen" y él dijo otra cosa,
yo no entendí y sin saber qué más hacer
y sin querer que se viera obligado a repetirlo,
y yo a digerirlo por completo,
simplemente lo miré por un minuto
y él miro hacia atrás y fue entonces que me levanté
y nos estrechamos las manos,
con este hombre que me acaba de dar algo
que ningún otro en la tierra me había dado,
y creo que debí haberle agradecido el hábito de ser tan fuerte.