La señora y su señora
Trabajé para una mujer,
no era tacaña–
pero tenía una casa de doce habitaciones
para limpiar.
Tenía que preparar el desayuno,
almuerzo y cena también–
luego cuidar a sus hijos cuando pudiera.
Lavar, pulir y fregar
y pasear al perro–
era demasiado,
casi me hace añicos.
Yo dije, señora,
¿puede ser que usted
esté haciendo un burro de carga de mí?
Ella abrió la boca y gritó,
¡oh, no! Ya sabes, Alberta,
¡te quiero tanto!
Yo dije, señora,
eso puede ser verdad–
¡pero terminaría siendo una
terca si la amara!