Humor
¿Quién no se rió con una travesura
y ofrendó su corazón en regocijo?
¿Quién no se rió hasta que los cielos amantes de la alegría
respondieron con el eco de su risa?
¿Quién no se divirtió en la mera alegría de vivir,
y cantó con voz encantadora
tonadas que eran alegres y felices,
y ofrendó su corazón en regocijo?
¿Quién que no haya contemplado ceñudo el crepúsculo,
y sintió los cielos volverse negros;
cuando sobre él se esparcía el oscuro manto,
en la hosca y solemne Oscuridad
cuyos murmullos rompieron el silencio
como ecos de la tumba —
como ecos de esfuerzos perdidos,
reproches desde la tumba?
¿Quién, que no haya maldecido en su pasión
como los punzantes latigazos de la Ira;
mordiendo en escozor y trasiego,
se echó sobre su espalda desnuda?
¿Quién sintió en sus venas el febril tumulto
la lucha, la salvaje contienda,
como cuando el acero caliente,
saltando de la vaina,
encuentra al acero con múltiples estampidos?
¿Quién que no ha llorado en su tristeza,
y mirado en vano por el amanecer;
esperando con desolado fervor
al sol emerger desde su cobijo?
¿Quién ha escuchado desde el mundo el triste sollozo,
de la Fe y la Esperanza abandonadas?
¿Quién ha sabido que el sol por siempre
se ha ocultado en su cobijo?