vida matadora

Quejas menores y triviales, el constante enojo, pueden conducir a un santo a la locura. Dejen solo al buen y común niño viejo (yo). Y peor, quienes se quejan ni siquiera se dan cuenta de que lo hacen a menos que finalmente se lo digan, y aún cuando finalmente se lo dicen no lo creen. Y así nada conduce a ningún lado, y sólo es otro día desperdiciado, pateado en el culo, mutilado mientras el Buda se sienta en el rincón sonriendo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *