solo
Si sólo pudiera obtener ayuda de los otros escritores, algún esfuerzo, alguna jugada, algo de fuego. Pero son laxos, están colgados en su natural inanidad. Me duelen la cabeza y las tripas cuando los leo. Y cuando me siento particularmente malo, como en esta noche, no hay lugar donde buscar ánimo o una risa, o incluso un pequeño préstamo. Nada que hacer salvo servirse otro trago, contemplando la habitación –una silla, un zapato, una caja de escarbadientes-. Me doy cuenta de que hay sólo un escritor al que puedo acudir. Tiene que hacerlo por mí una vez más, sacar esa línea viva y limpia para hacer reír a la mujer malhumorada, para hacer que el león se dé vuelta en su sueño, para hacer que los ejércitos muertos florezcan, para ser joven nuevamente, fresco como el brillo del relámpago, para consumir al monstruo del dolor, para romper el horror sólo con tus dedos, para estrangular la oscuridad. Ahora, hacelo, hacelo. Los dioses se están riendo todavía.