los jóvenes poetas

Los poetas jóvenes y cómodos me envían su trabajo. Usualmente tres o cuatro poemas muy cortos. Algunos son bastante capaces, pero carecen de la textura de locura y juego, la inventiva de lo salvaje y lo maldito. Hay una comodidad en sus textos que desconcierta. También está el trabajo de los poetas callejeros. Habiendo estado en dificultades, deberían tener algunas ventajas de la vida, no deberían estar debilitados por un carácter pretencioso, pero están llenos de eso. La mayor parte de su trabajo trata sobre cómo se los ignora, sobre las reglas fijas del juego, que ellos son verdaderamente los más grandes, y continúan de ese modo, escribiendo poco de cualquier otra cosa. Cada semana uno o dos paquetes pequeños llegan de los poetas callejeros o de los poetas cómodos. Lo bueno no está en ninguno de los dos grupos. Cualquier respuesta a su trabajo genera más envíos con cartas largas quejándose de sus destinos como si nadie más que ellos debiera enfrentarlos. Y si no respondés a eso, en la mayoría de los casos seguirán enviando cartas en que deploran tu inhumanidad: vos también estás en contra de ellos y ‘andate a la mierda, vos te lo perdés, nunca lo tuviste, andate a la mierda’. Yo no soy un editor. Nunca le envié mi trabajo a nadie excepto a un editor. Nunca le leí mi trabajo a mis esposas o novias. Aparentemente, estos poetas creen que todo es política, un juego interno, que alguna palabra tuya les permitirá ser reconocidos y famosos, y eso es lo que quieren. Eso y sólo eso.

Los paquetes de poemas siguen llegando. Si yo fuera editor, debería rechazar a la mayoría, pero no lo soy. Yo también escribo poemas. Y cuando algunos de ellos vuelven y los releo, usualmente siento que hicieron bien en rechazarlos. Lo que tenés que hacer es seguir cavando, golpear las teclas hasta que griten, canten y se rían tan fuerte hasta que lo fijo se suelte, hasta que llegue el madito milagro y salpique la página mientras te levantás y caminás por la habitación, tu cabeza zumbando, tu corazón anhelante de volar a través del techo. Es la mejor lucha, la última lucha, la única lucha.

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